Lista de puntos

Hay 9 puntos en «Surco» cuya materia es Gobierno → características del buen gobierno.

Las decisiones de gobierno, tomadas a la ligera por una sola persona, nacen siempre, o casi siempre, influidas por una visión unilateral de los problemas.

—Por muy grandes que sean tu preparación y tu talento, debes oír a quienes comparten contigo esa tarea de dirección.

Procura ser rectamente objetivo en tu labor de gobierno. Evita esa inclinación de los que tienden a ver más bien —y a veces, sólo— lo que no marcha, los errores.

—Llénate de alegría, con la certeza de que el Señor a todos ha concedido la capacidad de hacerse santos, precisamente en la lucha contra los propios defectos.

Hay que enseñar a la gente a trabajar —sin exagerar la preparación: “hacer” es también formarse—, y a aceptar de antemano las imperfecciones inevitables: lo mejor es enemigo de lo bueno.

No fíes nunca sólo en la organización.

Gobernar, muchas veces, consiste en saber “ir tirando” de la gente, con paciencia y cariño.

El buen gobierno no ignora la flexibilidad necesaria, sin caer en la falta de exigencia.

Los hombres mediocres, mediocres en cabeza y en espíritu cristiano, cuando se alzan en autoridad, se rodean de necios: su vanidad les persuade, falsamente, de que así nunca perderán el dominio.

Los discretos, en cambio, se rodean de doctos —que añadan al saber la limpieza de vida—, y los transforman en hombres de gobierno. No les engaña su humildad, pues —al engrandecer a los demás— se engrandecen ellos.

Tú, que ocupas un puesto de responsabilidad, al ejercer tu tarea, recuerda: lo que es personal, perece con la persona que se hizo imprescindible.

Una norma fundamental de buen gobierno: repartir responsabilidades, sin que esto signifique buscar comodidad o anonimato. Insisto, repartir responsabilidades: pidiendo a cada uno cuentas de su encargo, para poder “rendir cuentas” a Dios; y a las almas, si es preciso.