Lista de puntos

Hay 12 puntos en «Surco» cuya materia es Eucaristía.

“Esto es mi Cuerpo…”, y Jesús se inmoló, ocultándose bajo las especies de pan. Ahora está allí, con su Carne y con su Sangre, con su Alma y con su Divinidad: lo mismo que el día en el que Tomás metió los dedos en sus Llagas gloriosas.

Sin embargo, en tantas ocasiones, tú cruzas de largo, sin esbozar ni un breve saludo de simple cortesía, como haces con cualquier persona conocida que encuentras al paso.

—¡Tienes bastante menos fe que Tomás!

Si, para liberarte, hubieran encarcelado a un íntimo amigo tuyo, ¿no procurarías ir a visitarle, a charlar un rato con él, a llevarle obsequios, calor de amistad, consuelo?… Y, ¿si esa charla con el encarcelado fuese para salvarte a ti de un mal y procurarte un bien…, la abandonarías? Y, ¿si, en vez de un amigo, se tratase de tu mismo padre o de tu hermano?

—¡Entonces!

¡Jesús se ha quedado en la Hostia Santa por nosotros!: para permanecer a nuestro lado, para sostenernos, para guiarnos. —Y amor únicamente con amor se paga.

—¿Cómo no habremos de acudir al Sagrario, cada día, aunque sólo sea por unos minutos, para llevarle nuestro saludo y nuestro amor de hijos y de hermanos?

¿Has visto la escena? —Un sargento cualquiera o un alferecillo con poco mando…; de frente, se acerca un recluta bien plantado, de incomparables mejores condiciones que los oficiales, y no falta el saludo ni la contestación.

Medita en el contraste. —Desde el Sagrario de esa iglesia, Cristo —perfecto Dios, perfecto Hombre—, que ha muerto por ti en la Cruz, y que te da todos los bienes que necesitas…, se te acerca. Y tú, pasas sin fijarte.

Comenzaste con tu visita diaria… —No me extraña que me digas: empiezo a querer con locura la luz del Sagrario.

Que no falte a diario un “Jesús, te amo” y una comunión espiritual —al menos—, como desagravio por todas las profanaciones y sacrilegios, que sufre El por estar con nosotros.

¿No se saluda y se trata con cordialidad a todas las personas queridas? —Pues, tú y yo vamos a saludar —muchas veces al día— a Jesús, a María y a José, y a nuestro Angel Custodio.

Ten una devoción intensa a Nuestra Madre. Ella sabe corresponder finamente a los obsequios que le hagamos.

Además, si rezas todos los días, con espíritu de fe y de amor, el Santo Rosario, la Señora se encargará de llevarte muy lejos por el camino de su Hijo.

Sin el auxilio de Nuestra Madre, ¿cómo vamos a sostenernos en la lucha diaria? —¿Lo buscas constantemente?

El Angel Custodio nos acompaña siempre como testigo de mayor excepción. El será quien, en tu juicio particular, recordará las delicadezas que hayas tenido con Nuestro Señor, a lo largo de tu vida. Más: cuando te sientas perdido por las terribles acusaciones del enemigo, tu Angel presentará aquellas corazonadas íntimas —quizá olvidadas por ti mismo—, aquellas muestras de amor que hayas dedicado a Dios Padre, a Dios Hijo, a Dios Espíritu Santo.

Por eso, no olvides nunca a tu Custodio, y ese Príncipe del Cielo no te abandonará ahora, ni en el momento decisivo.

Tus comuniones eran muy frías: prestabas poca atención al Señor: con cualquier bagatela te distraías… —Pero, desde que piensas —en ese íntimo coloquio tuyo con Dios— que están presentes los Angeles, tu actitud ha cambiado…: “¡que no me vean así!”, te dices…

—Y mira cómo, con la fuerza del “qué dirán” —esta vez, para bien—, has avanzado un poquito hacia el Amor.

Cuando te veas con el corazón seco, sin saber qué decir, acude con confianza a la Virgen. Dile: Madre mía Inmaculada, intercede por mí.

Si la invocas con fe, Ella te hará gustar —en medio de esa sequedad— de la cercanía de Dios.