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Hay 11 puntos en «Surco» cuya materia es Lealtad → a la propia vocación .

La lealtad tiene como consecuencias la seguridad de andar por un camino recto, sin inestabilidades ni perturbaciones; y la de afirmarse en esta certidumbre: que existen el buen sentido y la dicha.

—Mira si se cumplen en tu vida de cada instante.

Me confiabas que Dios, a ratos, te llena de luz; en otros, no.

Te recordé, con firmeza, que el Señor es siempre infinitamente bueno. Por eso, para seguir adelante, te bastan esos tiempos luminosos; aunque los otros también te aprovechan, para hacerte más fiel.

Sal de la tierra. —Nuestro Señor dijo que sus discípulos —también tú y yo— son sal de la tierra: para inmunizar, para evitar la corrupción, para sazonar el mundo.

—Pero también añadió «quod si sal evanuerit…» —que si la sal pierde su sabor, será arrojada y pisoteada por las gentes…

—Ahora, frente a muchos sucesos que lamentamos, ¿te vas explicando lo que no te explicabas?

Me hace temblar aquel pasaje de la segunda epístola a Timoteo, cuando el Apóstol se duele de que Demas escapó a Tesalónica tras los encantos de este mundo… Por una bagatela, y por miedo a las persecuciones, traicionó la empresa divina un hombre, a quien San Pablo cita en otras epístolas entre los santos.

Me hace temblar, al conocer mi pequeñez; y me lleva a exigirme fidelidad al Señor hasta en los sucesos que pueden parecer como indiferentes, porque, si no me sirven para unirme más a El, ¡no los quiero!

Para tantos momentos de la historia, que el diablo se encarga de repetir, me parecía una consideración muy acertada aquella que me escribías sobre lealtad: “llevo todo el día en el corazón, en la cabeza y en los labios una jaculatoria: ¡Roma!”

¡Un gran descubrimiento!: algo que sólo entendías muy a medias, te ha resultado clarísimo cuando has tenido que explicárselo a otros.

Hubiste de charlar muy despacio con uno, desanimado porque se sentía ineficaz y no quería ser una carga para nadie… Entonces comprendiste mejor que nunca por qué te hablo constantemente de ser borriquitos de noria: fieles, con anteojeras muy grandes para no mirar ni saborear personalmente los resultados —las flores, los frutos, la lozanía de la huerta—, bien ciertos de la eficacia de nuestra fidelidad.

La lealtad exige hambre de formación, porque —movido por un amor sincero— no deseas correr el riesgo de difundir o defender, por ignorancia, criterios y posturas que están muy lejos de concordar con la verdad.

“Quisiera —me escribes— que mi lealtad y mi perseverancia fueran tan sólidas y tan eternas, y mi servicio tan vigilante y amoroso, que pudiera usted alegrarse en mí y le fuese yo un pequeño descanso”.

—Y te contesto: Dios te confirme en tu propósito, para que le seamos ayuda y descanso a El.

Es cierto que algunos que se entusiasman, después se van… No te preocupes: son aguja de la que se sirve Dios para meter el hilo.

—¡Ah, y encomiéndalos!, porque tal vez se puede lograr que continúen empujando a otros.

Para ti, que vacilas, copio de una carta: “De aquí en adelante, quizá siga siendo el mismo instrumento inepto de siempre. A pesar de esto, habrá cambiado el planteamiento y la solución del problema de mi vida; porque hay en mí un deseo, firme, de perseverancia… ¡hasta siempre!”.

—Nunca dudes de que El jamás falla.

La vida tuya es servicio, pero siempre con lealtad enteriza, sin condiciones: sólo así rendiremos como el Señor espera.

Referencias a la Sagrada Escritura
Referencias a la Sagrada Escritura