Lista de puntos

Hay 8 puntos en «Surco» cuya materia es Lucha ascética  → alegre y deportiva.

«Miles» —soldado, llama el Apóstol al cristiano.

Pues, en esta bendita y cristiana pelea de amor y de paz por la felicidad de las almas todas, hay, dentro de las filas de Dios, soldados cansados, hambrientos, rotos por las heridas…, pero alegres: llevan en el corazón las luces seguras de la victoria.

Oí en cierta ocasión que en las grandes batallas se repite un curioso fenómeno. Aunque la victoria esté asegurada de antemano por la superioridad numérica y de medios, luego, en el tráfago del combate, no faltan momentos en los que amenaza la derrota por la debilidad de un sector. Vienen entonces las órdenes tajantes del alto mando, y se cubren las brechas del flanco en dificultad.

—Pensé en ti y en mí. Con Dios, que no pierde batallas, seremos siempre vencedores. Por eso, en la pelea para la santidad, si te notas sin fuerzas, escucha los mandatos, haz caso, déjate ayudar,… porque El no falla.

Te ha dolido en el alma cuando te dijeron: tú, lo que buscas no es la conversión, sino un estuche para tus miserias…; y así, seguir cómodamente —¡pero con sabor de acíbar!— arrastrando esa triste carga.

Da muy buenos resultados emprender las cosas serias con espíritu deportivo… ¿He perdido varias jugadas? —Bien, pero —si persevero— al fin ganaré.

Conviértete ahora, cuando aún te sientes joven… ¡Qué difícil es rectificar cuando ha envejecido el alma!

Días de silencio y de gracia intensa… Oración cara a cara con Dios…

He roto en acción de gracias, al contemplar a aquellas personas, graves por los años y por la experiencia, que se abren a los toques divinos y responden como niños, ilusionadas ante la posibilidad de convertir aún su vida en algo útil…, que borre todos sus descaminos y todos sus olvidos.

—Recordando aquella escena, te he encarecido: no descuides tu lucha en la vida de piedad.

Dios nos quiere a sus hijos como fuerzas de ofensiva. —No podemos quedarnos a la expectativa: lo nuestro es luchar, allá donde nos encontremos, como un ejército en orden de batalla.

«Custos, quid de nocte!» —¡Centinela, alerta!

Ojalá tú también te acostumbraras a tener, durante la semana, tu día de guardia: para entregarte más, para vivir con más amorosa vigilancia cada detalle, para hacer un poco más de oración y de mortificación.

Mira que la Iglesia Santa es como un gran ejército en orden de batalla. Y tú, dentro de ese ejército, defiendes un “frente”, donde hay ataques y luchas y contraataques. ¿Comprendes?

Esa disposición, al acercarte más a Dios, te empujará a convertir tus jornadas, una tras otra, en días de guardia.

Referencias a la Sagrada Escritura
Referencias a la Sagrada Escritura