Lista de puntos

Hay 26 puntos en «Surco» cuya materia es Veracidad → atentados contra la verdad.

¿Por qué tantos murmuradores?, te preguntas dolorido… —Unos, por error, por fanatismo o por malicia. —Pero, los más, repiten el bulo por inercia, por superficialidad, por ignorancia.

Por eso, vuelvo a insistir: cuando no puedas alabar, y no sea necesario hablar, ¡calla!

Cuando la víctima calumniada padece en silencio, “los verdugos” se ensañan con su valiente cobardía.

Desconfía de esas afirmaciones rotundas, si los que las propugnan no han intentado, o no han querido, hablar con el interesado.

Existen muchos modos de hacer una encuesta. Con un poco de malicia, escuchando las murmuraciones, se recogen diez tomos en cuarto, contra cualquier persona noble o entidad digna. —Y más, si esa persona o entidad trabaja con eficacia. —Y mucho más aún, si esa eficacia es apostólica…

Triste labor la de los organizadores, pero más triste todavía la postura de los que se prestan para altavoces de esas inicuas y superficiales afirmaciones.

La duda —en el terreno de la ciencia, de la fama ajena— es una planta que se siembra fácilmente, pero que cuesta mucho arrancar.

La hipocresía hace llevar siempre, a los que la cultivan, una vida de mortificación amarga y rencorosa.

Ante propuestas como la de Herodes: “id, e informaos puntualmente de lo que hay de ese Niño y, habiéndole hallado, dadme aviso, para ir yo también a adorarle”, pidamos al Espíritu Santo su ayuda, para que nos guarde de las “protecciones o de las buenas promesas” de aparentes bienintencionados.

—No nos faltará la luz del Paráclito si, como los Magos, buscamos la verdad y hablamos con sinceridad.

¿Que hay quien se molesta, porque dices las cosas claras?

—Quizá se mueven con la conciencia turbia, y necesitan encubrirla así.

—Persevera en tu conducta, para ayudarles a reaccionar.

Mientras interpretes con mala fe las intenciones ajenas, no tienes derecho a exigir comprensión para ti mismo.

Hablas continuamente de que hay que corregir, de que es preciso reformar. Bien…: ¡refórmate tú! —que buena falta te hace—, y ya habrás comenzado la reforma.

Mientras tanto, no daré crédito a tus proclamas de renovación.

Los hay tan farisaicos que… se escandalizan, al oír que otras personas repiten precisamente lo mismo que antes escucharon de sus labios.

Eres tan entrometido, que parece que no te ocupa más misión que la de bucear en la vida del prójimo. Y cuando, al fin, has tropezado con un hombre digno, de voluntad enérgica, que te ha parado los pies, te lamentas públicamente como si te hubiera ofendido.

—Hasta ahí llega tu impudor y tu conciencia deformada…, y la de muchos.

En una sola jugada, pretendes apropiarte de la “honradez” de la opinión verdadera y de las “ventajas” innobles de la opinión opuesta…

—Eso, en cualquier idioma, se llama doblez.

¡¡Qué bondad la de aquellos!!… —Están dispuestos a “disculpar” lo que sólo merece alabanza.

Vieja añagaza es que el perseguidor se diga perseguido… —El pueblo lo ha denunciado, hace tiempo, en claro castellano: tirar la piedra y ponerse la venda.

¿Será cierto que —desgraciadamente— abundan los que faltan a la justicia con sus calumnias y, después, invocan la caridad y la honradez, para que su víctima no pueda defenderse?

¡Triste ecumenismo el que está en boca de católicos que maltratan a otros católicos!

¡Qué equivocada visión de la objetividad! Enfocan las personas o las tareas con las deformadas lentes de sus propios defectos y, con ácida desvergüenza, critican o se permiten vender consejos.

—Propósito concreto: al corregir o al aconsejar, hablar en la presencia de Dios, aplicando esas palabras a nuestra conducta.

No recurras jamás al método —siempre deplorable— de organizar agresiones calumniosas contra nadie… Mucho menos en nombre de motivos moralizadores, que nunca justifican una acción inmoral.

Acostúmbrate a hablar cordialmente de todo y de todos; en particular, de cuantos trabajan en el servicio de Dios.

Y cuando no sea posible, ¡calla!: también los comentarios bruscos o desenfadados pueden rayar en la murmuración o en la difamación.

Decía un muchachote que acababa de entregarse más íntimamente a Dios: “ahora lo que me hace falta es hablar menos, visitar enfermos y dormir en el suelo”.

—Aplícate el cuento.

¡De los sacerdotes de Cristo no se ha de hablar más que para alabarles!

—Deseo con toda mi alma que mis hermanos y yo lo tengamos muy en cuenta, para nuestra conducta diaria.

La mentira tiene muchas facetas: reticencia, cabildeo, murmuración… —Pero es siempre arma de cobardes.

Quienes te han hablado mal de ese amigo leal a Dios, son los mismos que murmurarán de ti, cuando te decidas a portarte mejor.

Determinados comentarios solamente pueden herir a los que se sienten tocados. Por eso, cuando se camina —cabeza y corazón— tras el Señor, las críticas se acogen como purificación, y sirven de acicate para avivar el paso.

Guárdate de los propagadores de calumnias e insinuaciones, que unos recogen por ligereza y otros por mala fe, destruyendo la serenidad del ambiente y envenenando la opinión pública.

En ocasiones, la verdadera caridad pide que se denuncien esos atropellos y a sus promotores. Si no, con su conciencia desviada o poco formada, ellos y quienes les oyen pueden razonar: callan, luego otorgan.

Escribo este número para que tú y yo acabemos el libro sonriendo, y se queden tranquilos los benditos lectores que, por simplicidad o por malicia, buscaron la cábala en los 999 puntos de Camino.

Referencias a la Sagrada Escritura