Lista de puntos

Hay 12 puntos en «Surco» cuya materia es Muerte.

Produce lástima comprobar cómo algunos entienden la limosna: unas perras gordas o algo de ropa vieja. Parece que no han leído el Evangelio.

No os andéis con reparos: ayudad a las gentes a formarse con la suficiente fe y fortaleza como para desprenderse generosamente, en vida, de lo que necesitan.

—A los remolones, explicadles que es poco noble y poco elegante, también desde el punto de vista terreno, esperar al final, cuando por fuerza ya no pueden llevarse nada consigo.

El verdadero cristiano está siempre dispuesto a comparecer ante Dios. Porque, en cada instante —si lucha para vivir como hombre de Cristo—, se encuentra preparado para cumplir su deber.

Cara a la muerte, ¡sereno! —Así te quiero. —No con el estoicismo frío del pagano; sino con el fervor del hijo de Dios, que sabe que la vida se muda, no se quita. —¿Morir?… ¡Vivir!

Doctor en Derecho y en Filosofía, preparaba una oposición a cátedra, en la Universidad de Madrid. Dos carreras brillantes, realizadas con brillantez.

Recibí un aviso suyo: estaba enfermo, y deseaba que fuera a verle. Llegué a la pensión, donde se hospedaba. —“Padre, me muero”, fue su saludo. Le animé, con cariño. Quiso hacer confesión general. Aquella noche falleció.

Un arquitecto y un médico me ayudaron a amortajarle. —Y, a la vista de aquel cuerpo joven, que rápidamente comenzó a descomponerse…, coincidimos los tres en que las dos carreras universitarias no valían nada, comparadas con la carrera definitiva que, buen cristiano, acababa de coronar.

Todo se arregla, menos la muerte… Y la muerte lo arregla todo.

La muerte llegará inexorable. Por lo tanto, ¡qué hueca vanidad centrar la existencia en esta vida! Mira cómo padecen tantas y tantos. A unos, porque se acaba, les duele dejarla; a otros, porque dura, les aburre… No cabe, en ningún caso, el errado sentido de justificar nuestro paso por la tierra como un fin.

Hay que salirse de esa lógica, y anclarse en la otra: en la eterna. Se necesita un cambio total: un vaciarse de sí mismo, de los motivos egocéntricos, que son caducos, para renacer en Cristo, que es eterno.

Cuando pienses en la muerte, a pesar de tus pecados, no tengas miedo… Porque El ya sabe que le amas…, y de qué pasta estás hecho.

—Si tú le buscas, te acogerá como el padre al hijo pródigo: ¡pero has de buscarle!

«Non habemus hic manentem civitatem» —no se halla en esta tierra nuestra morada definitiva. —Y, para que no lo olvidemos, aparece con crudeza, a veces, esta verdad a la hora de la muerte: incomprensión, persecución, desprecio… —Y siempre la soledad, porque —aunque estemos rodeados de cariño— cada uno muere solo.

—¡Soltemos ya todas las amarras! Preparémonos de continuo para ese paso, que nos llevará a la presencia eterna de la Trinidad Santísima.

Te has consolado con la idea de que la vida es un gastarse, un quemarla en el servicio de Dios. —Así, gastándonos íntegramente por El, vendrá la liberación de la muerte, que nos traerá la posesión de la Vida.

Aquel sacerdote amigo trabajaba pensando en Dios, asido a su mano paterna, y ayudando a que los demás asimilaran estas ideas madres. Por eso, se decía: cuando tú mueras, todo seguirá bien, porque continuará ocupándose El.

¡No me hagas de la muerte una tragedia!, porque no lo es. Sólo a los hijos desamorados no les entusiasma el encuentro con sus padres.

Todo lo de aquí abajo es un puñado de ceniza. Piensa en los millones de personas —ya difuntas— “importantes” y “recientes”, de quienes no se acuerda nadie.

Referencias a la Sagrada Escritura