Lista de puntos

Hay 12 puntos en «Surco» cuya materia es Tentaciones.

Chapoteas en las tentaciones, te pones en peligro, juegas con la vista y con la imaginación, charlas de… estupideces. —Y luego te asustas de que te asalten dudas, escrúpulos, confusiones, tristeza y desaliento.

—Has de concederme que eres poco consecuente.

Después del entusiasmo inicial, han comenzado las vacilaciones, los titubeos, los temores. —Te preocupan los estudios, la familia, la cuestión económica y, sobre todo, el pensamiento de que no puedes, de que quizá no sirves, de que te falta experiencia de la vida.

Te daré un medio seguro para superar esos temores —¡tentaciones del diablo o de tu falta de generosidad!—: “desprécialos”, quita de tu memoria esos recuerdos. Ya lo predicó de modo tajante el Maestro hace veinte siglos: “¡no vuelvas la cara atrás!”

Hemos de fomentar en nuestras almas un verdadero horror al pecado. ¡Señor —repítelo con corazón contrito—, que no te ofenda más!

Pero no te asustes al notar el lastre del pobre cuerpo y de las humanas pasiones: sería tonto e ingenuamente pueril que te enterases ahora de que “eso” existe. Tu miseria no es obstáculo, sino acicate para que te unas más a Dios, para que le busques con constancia, porque El nos purifica.

Si la imaginación bulle alrededor de ti mismo, crea situaciones ilusorias, composiciones de lugar que, de ordinario, no encajan con tu camino, te distraen tontamente, te enfrían, y te apartan de la presencia de Dios. —Vanidad.

Si la imaginación revuelve sobre los demás, fácilmente caes en el defecto de juzgar —cuando no tienes esa misión—, e interpretas de modo rastrero y poco objetivo su comportamiento. —Juicios temerarios.

Si la imaginación revolotea sobre tus propios talentos y modos de decir, o sobre el clima de admiración que despiertas en los demás, te expones a perder la rectitud de intención, y a dar pábulo a la soberbia.

Generalmente, soltar la imaginación supone una pérdida de tiempo, pero, además, cuando no se la domina, abre paso a un filón de tentaciones voluntarias.

—¡No abandones ningún día la mortificación interior!

No me seas tan tontamente ingenuo de pensar que has de sufrir tentaciones, para asegurarte de que estás firme en el camino. Sería como si desearas que te parasen el corazón, para demostrarte que quieres vivir.

No dialogues con la tentación. Déjame que te lo repita: ten la valentía de huir; y la reciedumbre de no manosear tu debilidad, pensando hasta dónde podrías llegar. ¡Corta, sin concesiones!

No tienes excusa ninguna. La culpa es sólo tuya. Si sabes —te conoces lo suficiente— que, por ese sendero —con esas lecturas, con esa compañía,…—, puedes acabar en el precipicio, ¿por qué te obstinas en pensar que quizá es un atajo que facilita tu formación o que madura tu personalidad?

Cambia radicalmente tu plan, aunque te suponga más esfuerzo, menos diversiones al alcance de la mano. Ya es hora de que te comportes como una persona responsable.

Mucho duele al Señor la inconsciencia de tantos y de tantas, que no se esfuerzan en evitar los pecados veniales deliberados. ¡Es lo normal —piensan y se justifican—, porque en esos tropiezos caemos todos!

Oyeme bien: también la mayoría de aquella chusma, que condenó a Cristo y le dio muerte, empezó sólo por gritar —¡como los otros!—, por acudir al Huerto de los Olivos —¡con los demás!—,…

Al final, empujados también por lo que hacían “todos”, no supieron o no quisieron echarse atrás…, ¡y crucificaron a Jesús!

—Ahora, al cabo de veinte siglos, no hemos aprendido.

Altibajos. Tienes muchos, ¡demasiados! altibajos.

La razón es clara: hasta aquí, has llevado una vida fácil, y no quieres enterarte de que del “desear” al “darse” media una distancia notable.

Como necesariamente, antes o después, has de tropezar con la evidencia de tu propia miseria personal, quiero prevenirte contra algunas tentaciones, que te insinuará entonces el diablo y que has de rechazar enseguida: el pensamiento de que Dios se ha olvidado de ti, de que tu llamada al apostolado es vana, o de que el peso del dolor y de los pecados del mundo son superiores a tus fuerzas de apóstol…

—¡Nada de eso es verdad!

Si luchas de verdad, necesitas hacer examen de conciencia.

Cuida el examen diario: mira si sientes dolor de Amor, porque no tratas a Nuestro Señor como debieras.

Del mismo modo que muchos acuden a la colocación de “primeras piedras”, sin preocuparse de si se acabará después la obra así iniciada, los pecadores se engañan con las “últimas veces”.

Referencias a la Sagrada Escritura