Lista de puntos

Hay 12 puntos en «Surco» cuya materia es Alegría → alegría y vida interior.

Nadie es feliz, en la tierra, hasta que se decide a no serlo. Así discurre el camino: dolor, ¡en cristiano!, Cruz; Voluntad de Dios, Amor; felicidad aquí y, después, eternamente.

«Servite Domino in laetitia!» —¡Serviré a Dios con alegría! Una alegría que será consecuencia de mi Fe, de mi Esperanza y de mi Amor…, que ha de durar siempre, porque, como nos asegura el Apóstol, «Dominus prope est!»… —el Señor me sigue de cerca. Caminaré con El, por tanto, bien seguro, ya que el Señor es mi Padre…, y con su ayuda cumpliré su amable Voluntad, aunque me cueste.

Un consejo, que os he repetido machaconamente: estad alegres, siempre alegres. —Que estén tristes los que no se consideren hijos de Dios.

Estás pasando unos días de alborozo, henchida el alma de sol y de color. Y, cosa extraña, ¡los motivos de tu gozo son los mismos que otras veces te desanimaban!

Es lo de siempre: todo depende del punto de mira. —«Laetetur cor quaerentium Dominum!» —cuando se busca al Señor, el corazón rebosa siempre de alegría.

¡Qué diferencia entre esos hombres sin fe, tristes y vacilantes en razón de su existencia vacía, expuestos como veletas a la “variabilidad” de las circunstancias, y nuestra vida confiada de cristianos, alegre y firme, maciza, en razón del conocimiento y del convencimiento absoluto de nuestro destino sobrenatural!

Me abordó aquel amigo: “me han dicho que estás enamorado”. —Me quedé muy sorprendido, y sólo se me ocurrió preguntarle el origen de la noticia.

Me confesó que lo leía en mis ojos, que brillaban de alegría.

¡Cómo sería la mirada alegre de Jesús!: la misma que brillaría en los ojos de su Madre, que no puede contener su alegría —«Magnificat anima mea Dominum!» —y su alma glorifica al Señor, desde que lo lleva dentro de sí y a su lado.

¡Oh, Madre!: que sea la nuestra, como la tuya, la alegría de estar con El y de tenerlo.

Chapoteas en las tentaciones, te pones en peligro, juegas con la vista y con la imaginación, charlas de… estupideces. —Y luego te asustas de que te asalten dudas, escrúpulos, confusiones, tristeza y desaliento.

—Has de concederme que eres poco consecuente.

¡Parece mentira que se pueda ser tan feliz en este mundo donde muchos se empeñan en vivir tristes, porque corren tras su egoísmo, como si todo se acabara aquí abajo!

—No me seas tú de ésos…, ¡rectifica en cada instante!

Antes te “divertías” mucho… —Pero ahora que llevas a Cristo en ti, se ha llenado tu vida entera de sincera y comunicativa alegría. Por eso atraes a otros.

—Trátale más, para llegar a todos.

Al contemplar esa alegría ante el trabajo duro, preguntó aquel amigo: pero ¿se hacen todas esas tareas por entusiasmo? —Y le respondieron con alegría y con serenidad: “¿por entusiasmo?…, ¡nos habríamos lucido!”; «per Dominum Nostrum Iesum Christum!» —¡por Nuestro Señor Jesucristo!, que nos espera de continuo.

Aquel amigo nos confiaba sinceramente que jamás se había aburrido, porque nunca se había encontrado solo, sin nuestro Amigo.

—Caía la tarde, con un silencio denso… Notaste muy viva la presencia de Dios… Y, con esa realidad, ¡qué paz!

Referencias a la Sagrada Escritura
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