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El Señor nos ha dado el sistema, en el Opus Dei, para que la Cruz que Él mismo nos impone –o permite que nos impongan las circunstancias, las cosas o las personas–, para que la Cruz que Él ha hecho para nosotros, no pese: y ese sistema es amar la Cruz de Cristo, es llevar la Cruz serenamente, a plomo, sin dejarla caer, sin arrastrarla; es abrazarse a la contradicción, la que sea –interna y externa–, y saber que todas tienen su fin, y que todas son un tesoro maravilloso. Cuando se trata realmente de la Cruz de Cristo, esa Cruz ya no pesa, porque no es nuestra: no es ya mía, sino de Él, y Él la lleva conmigo. De este modo, hijos, no hay pena que no se venza con rapidez, y no habrá nadie que pueda quitarnos la paz y la alegría.

«Diligam te, Domine, fortitudo mea!»1: te amo, Señor, porque Tú eres mi fortaleza: «Quia tu es, Deus, fortitudo mea»2. ¡Descanso en Ti! ¡No sé hacer ninguna cosa, ni grande ni pequeña –no hay cosas pequeñas, si las hago por Amor–, si Tú no me ayudas! Pero si pongo mi buena voluntad, el brazo poderoso de Dios vendrá a fortalecer, a templar, a sostener, a llevar aquel dolor; y ese peso ya no nos abruma.

Pensadlo bien, hijos míos; pensad en las circunstancias que a cada uno os rodean: y sabed que nos sirven más las cosas que aparentemente no van y nos contrarían y nos cuestan, que aquellas otras que al parecer van sin esfuerzo. Si no tenemos clara esta doctrina, estalla el desconcierto, el desconsuelo. En cambio, si tenemos bien cogida toda esta sabiduría espiritual, aceptando la voluntad de Dios –aunque cueste–, en esas circunstancias precisas, amando a Cristo Jesús y sabiéndonos corredentores con Él, no nos faltará la claridad, la fortaleza para cumplir con nuestro deber: la serenidad.

Decidle a Jesús conmigo: ¡Señor, queremos sólo servirte! ¡Sólo queremos cumplir nuestros deberes particulares, y amarte como enamorados! Haznos sentir tu paso firme a nuestro lado. Sé Tú nuestro único apoyo. Nada os robará la paz, hijos míos; si vivís con esa confianza, nada os podrá quitar la alegría; nadie podrá hacer vacilar nuestra serenidad: en la vida todo tiene arreglo menos la muerte, y la muerte es, para nosotros, Vida.

Notas
1

Intr. (Sal 18[17],2).

2

Sal 43[42],2.

Referencias a la Sagrada Escritura
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