38

Nos sentimos removidos, hijos de mi alma, cada vez que escuchamos en el fondo de nuestro corazón aquel grito de San Pablo: hæc est voluntas Dei, sanctificatio vestra1. Desde hace cuarenta años no hago más que predicar lo mismo. Me lo digo a mí, y os lo repito también a vosotros y a todos los hombres: ésta es la voluntad de Dios, que seamos santos.

No tengo otra receta. Para pacificar a las almas, para remover la tierra, para buscar en el mundo y a través de las cosas del mundo a Dios Señor Nuestro, no sé de otra receta que la santidad personal. Por eso siempre digo que tengo un solo puchero.

Materias
Notas
1

Cfr. 1 Ts 4,3.

Referencias a la Sagrada Escritura
Este punto en otro idioma