4

Nuestro Opus Dei es eminentemente laical, pero los sacerdotes son necesarios. Hasta hace poco, amando como amo el sacerdocio, cada vez que se ordenaba uno de vuestros hermanos, sufría**. Ahora, al contrario, me da mucho gozo. Pero ha de ser sin coacción, con una libertad absoluta. A Dios no le molesta que un hijo mío no quiera ser sacerdote. Además, hacen falta muchos seglares, santos y doctos. Por lo tanto, los que son llamados al sacerdocio, hasta el mismo día, hasta el mismo momento de la ordenación, tienen una libertad completa. –Padre, no. Muy bien, hijo mío. Que Dios te bendiga. No me da ningún disgusto.

Sin embargo, nos hacen falta muchos sacerdotes, que sirvan como esclavos, gustosamente, a sus hermanas y a sus hermanos, y a esas vocaciones tan encantadoras que son los sacerdotes diocesanos. Hacen falta para la labor de San Rafael y para la de San Gabriel, para atender en el terreno sacramental a todos los socios de la Obra, para ayudar a esos grandes ejércitos de Cooperadores, que si son formados como se debe, serán mucho más eficaces –lo están siendo ya– que todas las asociaciones piadosas conocidas. Pero sin sacerdotes, no es posible.

La Obra se está extendiendo por el mundo de una manera prodigiosa. ¡Señor, estoy confundido! No es fácil, no se recuerda un caso en el que quienes comenzaron a trabajar en una obra tuya hayan visto, aquí en la tierra, tantas maravillas como yo estoy viendo: en extensión, en número, en calidad.

Nos hacen falta sacerdotes para el proselitismo***. Porque aunque la gran labor la hacen los seglares, llega el momento del muro sacramental, y si hubiera que acudir a clérigos que no tienen nuestro espíritu –unos porque no sabrían, otros porque no querrían– se entorpecería toda la labor.

Hacen falta sacerdotes también para el gobierno de la Obra: pocos, porque los cargos locales están en manos de mis hijos seglares, y dos tercios de los cargos del Consejo General y de las Comisiones Regionales, lo mismo; el resto serán sacerdotes que hayan trabajado mucho, que conozcan el tejemaneje de nuestra labor en todo el mundo. Llegará un momento en que los hermanos vuestros, que van a comenzar la labor en muchos sitios, vuelvan a recogerse y formen esos grupos directivos que, con su santidad personal y su experiencia, lleven con mucho garbo las riendas del gobierno.

Hacen falta sacerdotes como instrumentos de unidad. Luego el sacerdote debe poner un cuidado particular en no hacer capillitas… ¡Hay que despegarse de las almas! Yo no tenía quien me lo enseñara –no he tenido un Padre como vosotros–, era el Señor quien me indicaba que evitase siempre la cosa personal, aun antes de saber lo que Dios quería de mí. A las gentes que venían a mi confesonario, a veces les aconsejaba: vete a otro sacerdote; hoy no te confieso. Lo hacía para que se ventilaran, para que no se apegasen, para que no acudieran al sacramento por un motivo de afecto a la criatura, sino por motivos divinos, sobrenaturales: por amor de Dios.

Notas
***

* *«proselitismo»: este término, que se ha usado durante siglos como sinónimo de cristianizar, evangelizar o de llevar a cabo una acción misionera, tiene un significado preciso en san Josemaría, inspirado en el Evangelio y en la Tradición de la Iglesia: contagiar y provocar en los demás, los deseos de entregarse al servicio de Jesucristo (N. del E.).

Este punto en otro idioma