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«Cum esset desponsata Mater Iesu Maria Ioseph…: estando desposada su Madre María con José, sin que antes hubieran estado juntos, se halló que había concebido en su seno por obra del Espíritu Santo»14. Es como la piedra de toque de la santidad admirable de este varón perfecto que es José. «Ioseph autem, vir eius, cum esset iustus et nollet eam traducere…»15; pero José, su esposo, siendo, como era, justo, y no queriendo infamarla… No, no podía en conciencia. Sufre. Sabe que su esposa es inmaculada, que es un alma sin mancilla, y no comprende el prodigio que se ha obrado en ella. Por eso, «voluit occulte dimittere eam, deliberó dejarla secretamente»16.Tiene una vacilación, no sabe qué hacer, pero lo resuelve de la manera más limpia.

«Hæc autem eo cogitante…». Mientras pensaba estas cosas, le llega la luz de Dios. ¡El Señor no nos faltará nunca, hijos, tened confianza! «Ecce, Angelus Domini apparuit in somnis… Estando él en este pensamiento, he aquí que un ángel del Señor se le apareció en sueños, diciendo: José, hijo de David, no tengas recelo en recibir a María tu esposa, porque lo que se ha engendrado en su vientre es obra del Espíritu Santo»17. Es el primer hombre que recibe esta declaración divina de la realidad de la Redención, que se estaba ya realizando. «Pariet autem filium, et vocabis nomen eius Iesum… De modo que dará luz a un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús, pues Él es el que ha de salvar a su pueblo de sus pecados»18. Y José se queda tranquilo, sereno, lleno de paz.

Hijos míos: ¿no merece este hombre todo el amor, todo el agradecimiento nuestro? ¿No es un ejemplo de fe y de fortaleza? ¿No es un modelo de limpieza de alma y de cuerpo? ¿No es nuestro Padre y Señor? Padre y Señor lo he llamado yo, desde hace tantos años, y así le llamáis vosotros en el mundo entero.

Mirad. A mí, y pienso que a vosotros también, me da mucho consuelo esta otra oración que nos propone la Iglesia Santa para recitarla después de la misa: virginum custos et pater… ¿Por qué no lo entienden esos desgraciados, que no quieren mirar con ojos limpios la castidad ni el amor santo de nuestros padres; esas personas a quienes no cabe en la cabeza que una criatura débil pueda guardar su ser entero –cuerpo y alma– para Dios? Si somos débiles, Dios pondrá su fuerza. Yo soy muy débil, pero el Señor me dará toda su fortaleza.

«Virginum custos et pater, sancte Ioseph, cuius fideli custodiæ ipsa Innocentia Christus Iesus et Virgo virginum Maria commissa fuit…». Bienaventurado José, custodio y padre de las vírgenes, a cuyo cuidado fidelísimo fue entregada la Inocencia misma, Jesucristo, y la Virgen de las vírgenes, María. ¿Puede haber un sacerdote, un alma verdaderamente cristiana, que lea esto y no se remueva? Todos los hijos míos, que tienen alma sacerdotal, se encenderán en devoción, en confianza, en aclamación, en cariño a José, Nuestro Padre y Señor.

«Te per hoc utrumque carissimum pignus Iesum et Mariam obsecro et obtestor, ut me, ab omni immunditia præservatum, mente incontaminata, puro corde et casto corpore Iesu et Mariæ semper facias castissime famulari». Te suplicamos, por Jesús y por María, a quienes recibiste en prenda, que nos preserves de toda inmundicia y que –con espíritu limpio, corazón puro y cuerpo casto– nos hagas servir siempre a Jesús y a María.

Hijos míos: hemos considerado juntos cómo es un milagro grande que en la Obra, desde el principio, se haya vivido esta vinculación al Santo Patriarca. Él es nuestro Patrono principal, y es también el jefe de nuestra familia: porque le pedimos que envíe más hijos a la Obra, porque en este día nos ligamos con lazos de amor y acostumbramos a renovar nuestra entrega, poniendo en manos de José y de María nuestra vinculación al Opus Dei.

Notas
14

Ev. (Mt 1,18).

15

Ev (Mt 1,19).

16

Ibid.

17

Ev. (Mt 1,20).

18

Ev (Mt 1,21).

Referencias a la Sagrada Escritura
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