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Sancte Pater, Omnipotens, Æterne et Misericors Deus: Beata Maria intercedente, gratias tibi ago, pro universis beneficiis tuis, etiam ignotis*.

Demos gracias, hijos, porque el Señor ha querido contar siempre con la pequeñez vuestra y con la mía. Recuerdo ahora aquellos barruntos, aquellas inquietudes de los quince o dieciséis años, cuando se escapaba de mi alma un clamor hecho de jaculatorias: Domine, ut sit!, Domina, ut sit! Ya entonces me sentía muy poca cosa, y ahora más, porque tengo la experiencia de mi larga vida, y no he sido nunca propenso a creer ninguna cosa extraordinaria.

Han pasado cuarenta y cuatro años desde los comienzos, y todavía seguimos caminando por el desierto: más años que aquella larga peregrinación del Pueblo escogido por el Sinaí. Pero en este desierto nuestro han brotado las flores y los frutos, de maravilla: tanto, que es todo oasis frondoso, aunque esto parezca una contradicción.

En estos años no he perdido nunca la paz, hijos, pero no he vivido un momento tranquilo. Te agradezco, Señor, que hayas procurado que yo comprenda, de manera evidente, que todo es tuyo: las flores y los frutos, el árbol y las hojas, y esa agua clara que salta hasta la vida eterna. Gratias tibi, Deus!

Notas
*

** «Sancte Pater»...: «A Ti, Dios Padre, Santo, Omnipotente, Eterno y Misericordioso: por intercesión de santa María, te doy gracias por todos tus beneficios, incluidos los que ignoro» (N. del E.).

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