Lista de puntos

Hay 3 puntos en «Amigos de Dios» cuya materia es Debilidad humana  → miserias.

Vamos a considerar por unos instantes los textos de esta Misa del martes de Pasión, para que sepamos distinguir el endiosamiento bueno del endiosamiento malo. Vamos a hablar de humildad, porque ésa es la virtud que nos ayuda a conocer, simultáneamente, nuestra miseria y nuestra grandeza.

Nuestra miseria resalta con demasiada evidencia. No me refiero a las limitaciones naturales: a tantas aspiraciones grandes con las que el hombre sueña y que, en cambio, no efectuará nunca, aunque solo sea por falta de tiempo. Pienso en lo que realizamos mal, en las caídas, en las equivocaciones que podrían evitarse y no se evitan. Continuamente experimentamos nuestra personal ineficacia. Pero, a veces, parece como si se juntasen todas estas cosas, como si se nos manifestasen con mayor relieve, para que nos demos cuenta de cuán poco somos. ¿Qué hacer?

Expecta Dominum1, espera en el Señor; vive de la esperanza, nos sugiere la Iglesia, con amor y con fe. Viriliter age2, pórtate varonilmente. ¿Qué importa que seamos criaturas de lodo, si tenemos la esperanza puesta en Dios? Y si en algún momento un alma sufre una caída, un retroceso –no es necesario que suceda–, se le aplica el remedio, como se procede normalmente en la vida ordinaria con la salud del cuerpo, y ¡a recomenzar de nuevo!

¿No os habéis fijado en las familias, cuando conservan una pieza decorativa de valor y frágil –un jarrón, por ejemplo–, cómo lo cuidan para que no se rompa? Hasta que un día el niño, jugando, lo tira al suelo, y aquel recuerdo precioso se quiebra en varios pedazos. El disgusto es grande, pero enseguida viene el arreglo; se recompone, se pega cuidadosamente y, restaurado, al final queda tan hermoso como antes.

Pero, cuando el objeto es de loza o simplemente de barro cocido, de ordinario bastan unas lañas, esos alambres de hierro o de otro metal, que mantienen unidos los trozos. Y el cacharro, así reparado, adquiere un original encanto.

Llevemos esto a la vida interior. Ante nuestras miserias y nuestros pecados, ante nuestros errores –aunque, por la gracia divina, sean de poca monta–, vayamos a la oración y digamos a nuestro Padre: ¡Señor, en mi pobreza, en mi fragilidad, en este barro mío de vasija rota, Señor, colócame unas lañas y –con mi dolor y con tu perdón– seré más fuerte y más gracioso que antes! Una oración consoladora, para que la repitamos cuando se destroce este pobre barro nuestro.

Que no nos llame la atención si somos deleznables, que no nos choque comprobar que nuestra conducta se quebranta por menos de nada; confiad en el Señor, que siempre tiene preparado el auxilio: el Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?3. A nadie: tratando de este modo a nuestro Padre del Cielo, no admitamos miedo de nadie ni de nada.

Humildad y alegría

Líbrame de todo lo malo y perverso que hay en el hombre27. De nuevo el texto de la Misa nos habla del buen endiosamiento: destaca ante nuestros ojos la mala pasta de que estamos formados, con todas las malvadas inclinaciones; y después suplica: emitte lucem tuam28, envía tu luz y tu verdad, que me han guiado y traído a tu monte santo. No me importa contaros que me he emocionado al recitar estas palabras del Gradual.

¿Cómo nos hemos de comportar para adquirir ese endiosamiento bueno? En el Evangelio leemos que Jesús no quería ir a Judea, porque los judíos le buscaban para matarle29. Él, que con un deseo de su voluntad podría eliminar a sus enemigos, ponía también los medios humanos. Él, que era Dios y le bastaba una decisión suya para cambiar las circunstancias, nos ha dejado una lección encantadora: no fue a Judea. Sus parientes le dijeron: aléjate de este país y ve a Judea, para que tus discípulos admiren también tus obras30. Pretendían que hiciese espectáculo. ¿Lo veis? ¿Veis que es una lección de endiosamiento bueno y endiosamiento malo?

Endiosamiento bueno: esperen en Ti –canta el Ofertorio– todos los que conocen tu nombre, Señor, porque nunca abandonas a los que te buscan31. Y viene el regocijo de este barro lleno de lañas, porque no se ha olvidado de las oraciones de los pobres32, de los humildes.

Notas
1

Ps XXVI, 14 (Introito de la Misa).

2

Ps XXVI, 14 (Introito de la Misa).

Referencias a la Sagrada Escritura
Notas
3

Ps XXVI, 1 (Introito de la Misa).

Referencias a la Sagrada Escritura
Notas
27

Cfr. Ps XLII, 1 (Gradual de la Misa).

28

Ps XLII, 3 (Gradual de la Misa).

29

Ioh VII, 1.

30

Ioh VII, 3.

31

Ps IX, 11.

32

Ps IX, 13.

Referencias a la Sagrada Escritura