Lista de puntos

Hay 12 puntos en «Camino» cuya materia es Oración → oración mental .

¿Que no sabes orar? —Ponte en la presencia de Dios, y en cuanto comiences a decir: «Señor, ¡que no sé hacer oración!...», está seguro de que has empezado a hacerla.

Me has escrito: «orar es hablar con Dios. Pero, ¿de qué?» —¿De qué? De Él, de ti: alegrías, tristezas, éxitos y fracasos, ambiciones nobles, preocupaciones diarias..., ¡flaquezas!: y hacimientos de gracias y peticiones: y Amor y desagravio.

En dos palabras: conocerle y conocerte: «¡tratarse!»

«Et in meditatione mea exardescit ignis» —Y, en mi meditación, se enciende el fuego. —A eso vas a la oración: a hacerte una hoguera, lumbre viva, que dé calor y luz.

Por eso cuando no sepas ir adelante, cuando sientas que te apagas, si no puedes echar en el fuego troncos olorosos, echa las ramas y la hojarasca de pequeñas oraciones vocales, de jaculatorias, que sigan alimentando la hoguera. —Y habrás aprovechado el tiempo.

No sabes qué decir al Señor en la oración. No te acuerdas de nada, y, sin embargo, querrías consultarle muchas cosas. —Mira: toma algunas notas durante el día de las cuestiones que desees considerar en la presencia de Dios. Y ve con esa nota luego a orar.

Cuando vayas a orar, que sea este un firme propósito: ni más tiempo por consolación, ni menos por aridez.

No digas a Jesús que quieres consuelo en la oración. —Si te lo da, agradéceselo. —Dile siempre que quieres perseverancia.

Tu inteligencia está torpe, inactiva: haces esfuerzos inútiles para coordinar las ideas en la presencia del Señor: ¡un verdadero atontamiento!

No te esfuerces, ni te preocupes. —Óyeme bien: es la hora del corazón.

Me has dicho alguna vez que pareces un reloj descompuesto, que suena a destiempo: estás frío, seco y árido a la hora de tu oración; y, en cambio, cuando menos era de esperar, en la calle, entre los afanes de cada día, en medio del barullo y alboroto de la ciudad, o en la quietud laboriosa de tu trabajo profesional, te sorprendes orando... ¿A destiempo? Bueno; pero no desaproveches esas campanadas de tu reloj. —El Espíritu sopla donde quiere.

La oración del cristiano nunca es monólogo.

No dejes tu lección espiritual. —La lectura ha hecho muchos santos.

Para el que ama a Jesús, la oración, aun la oración con sequedad, es la dulzura que pone siempre fin a las penas: se va a la oración con el ansia con que el niño va al azúcar, después de tomar la pócima amarga.

Tienes una pobre idea de tu camino, cuando, al sentirte frío, crees que lo has perdido: es la hora de la prueba; por eso te han quitado los consuelos sensibles.

Referencias a la Sagrada Escritura
Referencias a la Sagrada Escritura