Lista de puntos

Hay 8 puntos en «Camino» cuya materia es Presencia de Dios → como hijos de Dios.

Los hijos... ¡Cómo procuran comportarse dignamente cuando están delante de sus padres!

Y los hijos de Reyes, delante de su padre el Rey, ¡cómo procuran guardar la dignidad de la realeza!

Y tú... ¿no sabes que estás siempre delante del Gran Rey, tu Padre-Dios?

Es preciso convencerse de que Dios está junto a nosotros de continuo. —Vivimos como si el Señor estuviera allá lejos, donde brillan las estrellas, y no consideramos que también está siempre a nuestro lado.

Y está como un Padre amoroso —a cada uno de nosotros nos quiere más que todas las madres del mundo pueden querer a sus hijos—, ayudándonos, inspirándonos, bendiciendo... y perdonando.

¡Cuántas veces hemos hecho desarrugar el ceño de nuestros padres diciéndoles, después de una travesura: ¡ya no lo haré más! —Quizá aquel mismo día volvimos a caer de nuevo... Y nuestro padre, con fingida dureza en la voz, la cara seria, nos reprende..., a la par que se enternece su corazón, conocedor de nuestra flaqueza, pensando: pobre chico, ¡qué esfuerzos hace para portarse bien!

Preciso es que nos empapemos, que nos saturemos de que Padre y muy Padre nuestro es el Señor que está junto a nosotros y en los Cielos.

«Padre –me decía aquel muchachote (¿qué habrá sido de él?), buen estudiante de la Central1—, pensaba en lo que usted me dijo... ¡que soy hijo de Dios!, y me sorprendí por la calle, ‘engallado’ el cuerpo y soberbio por dentro... ¡hijo de Dios!»

Le aconsejé, con segura conciencia, fomentar la «soberbia».

Niño, ofrécele cada día... hasta tus fragilidades.

Niño bueno: dile a Jesús muchas veces al día: te amo, te amo, te amo...

El trabajo rinde tu cuerpo, y no puedes hacer oración. Estás siempre en la presencia de tu Padre. —Si no le hablas, mírale de cuando en cuando como un niño chiquitín... y Él te sonreirá.

Nuestra voluntad, con la gracia, es omnipotente delante de Dios. —Así, a la vista de tantas ofensas para el Señor, si decimos a Jesús con voluntad eficaz, al ir en el tranvía por ejemplo: «Dios mío, querría hacer tantos actos de amor y de desagravio como vueltas da cada rueda de este coche», en aquel mismo instante delante de Jesús realmente le hemos amado y desagraviado según era nuestro deseo.

Esta «bobería» no se sale de la infancia espiritual: es el diálogo eterno entre el niño inocente y el padre chiflado por su hijo:

—¿Cuánto me quieres? ¡Dilo!—Y el pequeñín silabea: ¡Mu-chos mi-llo-nes!

Si tienes «vida de infancia», por ser niño, has de ser espiritualmente goloso. —Acuérdate, como los de tu edad, de las cosas buenas que guarda tu Madre.

Y esto muchas veces al día. —Es cuestión de segundos... María... Jesús... el Sagrario... la Comunión... el Amor... el sufrimiento... las ánimas benditas del purgatorio... los que pelean: el Papa, los sacerdotes... los fieles... tu alma... las almas de los tuyos... los Ángeles Custodios... los pecadores...

Notas
1

La Central: así se llamaba a la Universidad de Madrid en la época en que fue escrito Camino.