Lista de puntos

Hay 2 puntos en «Cartas I» cuya materia es Vida pública  → libertad y responsabilidad personal.

Somos de Dios, en el mundo. Libertad de acción, personalmente responsable

Pero volvamos a la Obra y a vosotros, hijos míos. Ya sabéis que, como a Nuestro Señor, a mí también me gusta emplear parábolas, acudiendo sobre todo a esas imágenes de la pesca −barcas y redes−, que tienen un sabor tan evangélico. Nosotros somos como peces cogidos en una red. Nos ha pescado el Señor con la red de su amor, entre las olas de este mundo nuestro revuelto; pero no para sacarnos del mundo −de nuestro ambiente, de nuestro trabajo ordinario−, sino para que, siendo del mundo, seamos a la vez totalmente suyos. Non rogo ut tollas eos de mundo, sed ut serves eos a malo72; no te pido que los saques del mundo, sino que los preserves del mal.

Además, esta red, que nos une a Cristo y nos mantiene unidos entre nosotros mismos, es una red amplísima, que nos deja libres, con responsabilidad personal. Porque la red es nuestro común denominador −pequeñísimo− de cristianos que quieren servir a Dios en su Obra; es la formación católica, que nos lleva a acatar con la máxima fidelidad el Magisterio de la Iglesia.

Porque somos libres como peces en el agua, y porque estamos cogidos en la red de Cristo, no confundimos a la Iglesia con los errores personales de ningún hombre, y no toleramos que ninguno confunda nuestros propios errores personales con la Iglesia. No hay derecho a involucrar a la Iglesia con la política, con la actuación política más o menos acertada, y siempre opinable de cada uno: eso es muy cómodo y muy injusto. Tampoco hay derecho a involucrar a la Obra con los errores o aciertos de cada uno de vosotros.

Si hay errores, se deberá en parte a que es casi imposible no cometerlos, tratándose de una tarea tan compleja, en la que nadie puede tener completamente en su mano los innumerables datos que intervienen en cualquier problema serio. Pero, aun cuando se trate de errores que se hubiesen podido evitar −errores debidos a negligencias, a falta de prudencia, etc.−, tampoco entonces la Iglesia o la Obra deberá cargar para nada con esta responsabilidad.

Porque lo cierto es que, si hay equivocaciones de este género, será siempre a pesar de la Iglesia, a pesar de la Obra, que impulsan a todos sus hijos a hacer con la mayor perfección humana posible −porque, sin esa perfección humana, no pueden aspirar a la perfección sobrenatural− todas sus tareas personales.

En resumen: debéis estar activa, libre y responsablemente presentes en la vida pública. Os estoy hablando de la obligación de trabajar en este terreno, del modo que mejor corresponda a la mentalidad de cada uno, a las circunstancias y necesidades del país, etc. Si os hablo de este tema, es porque tengo el deber de daros criterio, y lo hago como sacerdote de Jesucristo y como Padre vuestro, sabiendo que a mí me toca estar por encima de las facciones y de los intereses de grupo.

Nunca os he preguntado, ni os preguntaré jamás −y lo mismo harán, en todo el mundo, los Directores de la Obra−, qué piensa cada uno de vosotros en estas cuestiones, porque defiendo vuestra legítima libertad. Sé −y no tengo nada que decir en contra− que entre vosotros, hijas e hijos míos, hay gran variedad de opiniones. Las respeto todas; respetaré siempre cualquier opción temporal de cada uno de mis hijos, con tal de que esté dentro de la Ley de Cristo.

Notas
72

Jn 17,15.

Referencias a la Sagrada Escritura