Lista de puntos

Hay 3 puntos en «Cartas II» cuya materia es Iglesia → características de la vocación religiosa .

No faltaron desde entonces, a lo largo de los siglos, almas que han buscado seguir de cerca el ejemplo de Jesucristo: pero, progresivamente, fueron concentrando su esfuerzo por vivir –en el ejercicio públicamente profesado– tres consejos, que se han hecho tradicionales: la pobreza, la castidad y la obediencia, que quedaron así tipificados como pilares ascéticos de un cierto estado de vida, distinto del de los simples fieles.

De este modo se delineó la condición propia del estado religioso que, en sus diversas formas evolutivas históricas, ha requerido siempre –como elemento sustancial– una separación más o menos completa del mundo, de las tareas y de las actividades seculares.

Para las almas que reciben de Dios esa vocación, las ocupaciones y los trabajos temporales del simple cristiano constituyen un impedimento, que se ha de abandonar –como condición sine qua non–, para buscar la propia santificación –viviendo la vida de perfección evangélica– y promover la salvación de los demás desde fuera del mundo, con la oración, la penitencia y las obras de apostolado compatibles con ese estado de vida.

Libertad, para responder a la llamada divina

Nadie hay más interesado que nosotros mismos, en que vengan al Opus Dei solo quienes tengan verdaderamente esta específica vocación divina, y quieran entregarse y perseverar con plena libertad: porque ésa es la mejor garantía de que, con la ayuda de la gracia de Dios, serán eficaces.

Al mismo tiempo, bien sabéis que es propio de nuestro espíritu ver con alegría que surjan muchas vocaciones para los seminarios y para las familias religiosas. Es más, damos gracias a Dios, porque no pocas de esas vocaciones brotan como fruto de la labor de formación espiritual y doctrinal que llevamos a cabo entre la juventud: al encender cristianamente el ambiente que nos rodea, al hacerlo más sobrenatural y más apostólico, se promueve lógicamente, para todas las instituciones de la Iglesia, un mayor número de almas.

Con especial cuidado procedemos así, cuando se trata de vocaciones al estado religioso. Desde el primer momento de la fundación del Opus Dei, he visto la Obra como una institución cuyos miembros no pueden ser religiosos, ni vivir ad instar religiosorum –a la manera de los religiosos–, ni ser equiparados a los religiosos de ningún modo.

Y esto, no por falta de afecto a los religiosos, que amo y venero con todas mis fuerzas; tanto, hijos míos, que puedo repetir con absoluta sinceridad, refiriéndome a esas almas, las mismas palabras de San Pablo a los fieles de Filipos: testis enim mihi est Deus, quomodo cupiam omnes vos in visceribus Iesu Christi80; Dios me es testigo de cuánto les amo, en las entrañas de Jesucristo.

Veneramos y respetamos profundamente la vocación sacerdotal y la religiosa, y toda la labor inmensa que los religiosos han realizado y realizarán en servicio de la Iglesia: por eso no sería buen hijo mío quien no tuviera este espíritu.

Pero, al mismo tiempo, repetimos que nuestra llamada y nuestra labor –porque son una invitación a permanecer en el mundo, y porque nuestras tareas apostólicas se hacen en y desde las actividades seculares– se diferencian totalmente de la vocación y de la labor encomendada a los religiosos.

Notas

Sobre las ocupaciones temporales de los religiosos, ver nota en glosario (N. del E.).

Notas
80

Flp 1,8.

Referencias a la Sagrada Escritura