Lista de puntos

Hay 4 puntos en «Cartas II» cuya materia es Obra de San Rafael → formación espiritual .

Como primer fruto espiritual de la labor que se hace con los chicos, se consigue que tengan, generalmente ya desde el comienzo, una conveniente frecuencia de sacramentos. Y con el buen aprovechamiento de los medios de la obra de San Rafael, reciben una sólida formación doctrinal, aprenden a ser almas de oración, a vivir en presencia de Dios en medio de los quehaceres ordinarios de cada día, a dar sentido cristiano a su trabajo –intelectual o manual– y a tener espíritu de sacrificio.

En una palabra, se les enseña a llevar una vida de piedad recia y honda, a amar de modo singular a la Trinidad Beatísima, a la Santísima Virgen, a la Santa Iglesia, al Papa, a la Obra; y a manifestar –con su conducta– que buscan una unidad de vida, luchando para que sus obras se acomoden a su fe, sirviéndose de su trabajo como medio y ocasión de apostolado.

Cuando veamos en los jóvenes un falso espíritu de suficiencia y el afán de no respetar a los padres y maestros –los viejos, dicen–, comprenderemos y amaremos más esta tarea de San Rafael, considerando las palabras de San Juan Crisóstomo: a la infancia y a la niñez sucede la juventud, mar donde soplan los vientos impetuosos, como en el Egeo, al ir acreciéndose la concupiscencia.

Es la edad en la que cabe menos la corrección, no solo porque las pasiones son más violentas, sino porque los pecados se reprenden menos, pues han desaparecido maestros y pedagogos. Cuando los vientos son más impetuosos y el piloto es más flaco y no hay nadie que ayude, considerad cuán grande ha de ser el naufragio3.

Vengo hablando de selección y, aun cuando toco otra vez el punto en esta misma carta, para quitaros posibles escrúpulos y daros una conciencia recta, os digo que desear ser selecto no es soberbia, no es arrogancia querer ser mejores.

Por el contrario, es una virtud grata a Dios: puesto que conocemos el mal material de que estamos hechos y, para ser mejores, habremos de apoyarnos siempre en la misericordia y en la gracia del Señor, y repetir aquellas palabras de San Pablo: omnia possum in eo qui me confortat21.

Tenemos, por tanto, obligación de formar esas almas, de una manera que les ayude a ser buenos católicos, rectificando su conducta, inculcándoles la necesidad de la vida interior, y poniendo en su conciencia el convencimiento de que el trabajo de cada día es el medio más apto para conseguir la perfección cristiana, y para hacer el bien a las almas todas.

De esta manera, se les va encaminando, ayudados por la dirección espiritual personal y voluntaria con un sacerdote amigo de Casa y con charlas particulares con un socio de la Obra –o con una asociada, si es mujer–, en la práctica de la vida interior.

Es necesario, pues, no dejarles; que lo que se comenzó, con tan buenos auspicios, con tanta rectitud, se acabe bien. No podemos abandonarles, aunque veamos que no llegarán a tener vocación. Esto podría hacer mucho daño a los interesados, y a la misma labor de San Rafael en general.

Se quedarían resentidos, amargados; hablarían mal de nosotros –con motivo–, enrarecerían el ambiente y dificultarían la tarea con otros, a los que prevendrían contra la Obra. Mucha visión sobrenatural hemos de tener y mucho espíritu de responsabilidad, para poner con estos jóvenes el mismo o mayor empeño que antes, en mantenerlos unidos al apostolado de San Rafael.

Responsabilidad apostólica. La labor con los jóvenes

Estos dones son para que los hagamos conocer a otros: por eso os dais cuenta sencillamente de que nunca será más fácil y más fructuoso darlos que estando al lado de la gente joven, para ayudarles; para enseñarles a practicar los medios espirituales, que les harán vencer en los comienzos de la lucha ascética, cuando las pasiones empiezan a despertar y aparecen también en el ánimo las primeras rebeldías, los primeros afanes de independencia.

Novellas adhuc et vix firmae radicis arbusculas, dum ad omnem ductum sequaces sunt, in quamlibet partem flecti facile est; quae natura plerumque curvatae cito ad colentis arbitrium corriguntur28; los árboles jóvenes, con raíces todavía poco firmes, se mueven siguiendo la dirección de los empujes que reciben, y son fácilmente desviados hacia cualquier parte; pero esos pequeños árboles, retorcidos de ordinario por los embates de la misma naturaleza, pueden ser fácilmente y con rapidez enderezados, según la voluntad de quien los cuide.

Notas
3

S. Juan Crisóstomo, In Matthaeum homiliae 81, 5 (PG 58, col. 737).

Notas
21

Flp 4,13.

Referencias a la Sagrada Escritura
Notas
28

Pelagio, Epistula ad Demetriadem, 13 (FC 65, p. 104).