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Hay 2 puntos en «Cartas II» cuya materia es Trabajo → santificado y santificador.

El trabajo, realidad de la vida secular y medio de santidad

De esta manera, el trabajo es para nosotros, no solo el medio natural de subvenir a las necesidades económicas y de mantenernos en lógica y sencilla comunidad de vida con los demás hombres, sino que es también –y sobre todo– el medio específico de santificación personal que nuestro Padre Dios nos ha señalado, y el gran instrumento apostólico santificador, que Dios ha puesto en nuestras manos, para lograr que en toda la creación resplandezca el orden querido por Él.

El trabajo, que ha de acompañar la vida del hombre sobre la tierra50, es para nosotros a la vez –y en grado máximo, porque a las exigencias naturales se unen otras claramente de orden sobrenatural– el punto de encuentro de nuestra voluntad con la voluntad salvadora de nuestro Padre celestial.

Os digo una vez más, hijos míos: el Señor nos ha llamado para que, permaneciendo cada uno en su propio estado de vida y en el ejercicio de su propia profesión u oficio, nos santifiquemos todos en el trabajo, santifiquemos el trabajo y santifiquemos con el trabajo. Es así como ese trabajo humano que realizamos puede, con sobrada razón, considerarse opus Dei, operatio Dei, trabajo de Dios.

El Señor da al trabajo de la inteligencia y de las manos del hombre, al trabajo de sus hijos, un valor inmenso. Actuando así, de cara a Dios, por razones de amor y de servicio, con alma sacerdotal, toda la acción del hombre cobra un genuino sentido sobrenatural, que mantiene unida nuestra vida a la fuente de todas las gracias.

No se trata –ved bien qué lejos está todo esto del llamado espíritu clerical– de temporalizar la misión sobrenatural de Cristo y de su Iglesia: se trata de todo lo contrario, de sobrenaturalizar la acción temporal del hombre. Porque estamos plenamente convencidos de que todo legítimo trabajo humano, por humilde, pequeño e insignificante que parezca, puede tener siempre un sentido trascendente: una razón de amor, algo que hable de Dios y que a Dios lleve.

Es preciso, pues, mostrar a los hombres este sencillo camino de santidad, que se ofrece a todos con la magnífica simplicidad de las cosas divinas; y lo haremos bien, si procuramos comenzar a predicar esta doctrina con el ejemplo vivo de nuestra labor personal intensa, hecha con deseo de perfección –con la mayor perfección, también humana, posible–, con la perfección que pide lo que ha de ofrecerse a Dios.

Si ejercemos de este modo nuestra propia profesión, si realizamos así nuestras propias tareas en medio del mundo –ese trabajo o munus de cada uno, que es bien conocido por todos–, aprenderán de nosotros los hombres que es muy posible, también en las normales circunstancias de la vida ordinaria, hacer realidad en su alma el mandato que a todos ha dirigido el Señor: estote ergo vos perfecti, sicut et Pater vester caelestis perfectus est51; sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto.

Cumplir la voluntad de Dios en el trabajo, contemplar a Dios en el trabajo, trabajar por amor a Dios y al prójimo, convertir el trabajo en medio de apostolado, dar a lo humano valor divino: esta es la unidad de vida, sencilla y fuerte, que hemos de tener y enseñar.

Notas
50

Cfr. Gn 2,15.

Referencias a la Sagrada Escritura
Notas
51

Mt 5,48.

Referencias a la Sagrada Escritura