Lista de puntos

Hay 5 puntos en «Conversaciones» cuya materia es Iglesia → ecumenismo.

¿Cómo se inserta el Opus Dei en el Ecumenismo?, me pregunta usted también. Ya le conté el año pasado a un periodista francés —y sé que la anécdota ha encontrado eco, incluso en publicaciones de hermanos nuestros separados— lo que una vez comenté al Santo Padre Juan XXIII, movido por el encanto afable y paterno de su trato: «Padre Santo, en nuestra Obra siempre han encontrado todos los hombres, católicos o no, un lugar amable: no he aprendido el ecumenismo de Vuestra Santidad». Él se rió emocionado, porque sabía que, ya desde 1950, la Santa Sede había autorizado al Opus Dei a recibir como asociados Cooperadores a los no católicos y aun a los no cristianos.

Son muchos, efectivamente —y no faltan entre ellos pastores y aun obispos de sus respectivas confesiones—, los hermanos separados que se sienten atraídos por el espíritu del Opus Dei y colaboran en nuestros apostolados. Y son cada vez más frecuentes —a medida que los contactos se intensifican— las manifestaciones de simpatía y de cordial entendimiento a que da lugar el hecho de que los socios del Opus Dei centren su espiritualidad en el sencillo propósito de vivir responsablemente los compromisos y exigencias bautismales del cristiano. El deseo de buscar la perfección cristiana y de hacer apostolado, procurando la santificación del propio trabajo profesional; el vivir inmersos en las realidades seculares, respetando su propia autonomía, pero tratándolas con espíritu y amor de almas contemplativas; la primacía que en la organización de nuestras labores concedemos a la persona, a la acción del Espíritu en las almas, al respeto de la dignidad y de la libertad que provienen de la filiación divina del cristiano; el defender, contra la concepción monolítica e institucionalista del apostolado de los laicos, la legítima capacidad de iniciativa dentro del necesario respeto al bien común: esos y otros aspectos más de nuestro modo de ser y trabajar son puntos de fácil encuentro, donde los hermanos separados descubren —hecha vida, probada por los años— una buena parte de los presupuestos doctrinales en los que ellos y nosotros, los católicos, hemos puesto tantas fundadas esperanzas ecuménicas.

¿Podría describir las diferencias que hay entre el modo en que el Opus Dei como Asociación cumple su misión y la forma en que los miembros del Opus Dei como individuos cumplen las suyas? Por ejemplo, ¿qué criterios hacen que se considere mejor que un proyecto sea realizado por la Asociación —un colegio o una casa de retiros—, o por personas individuales —una empresa editorial o comercial?

La actividad principal del Opus Dei consiste en dar a sus miembros, y a las personas que lo deseen, los medios espirituales necesarios para vivir como buenos cristianos en medio del mundo. Les hace conocer la doctrina de Cristo, las enseñanzas de la Iglesia; les proporciona un espíritu que mueve a trabajar bien por amor de Dios y en servicio de todos los hombres. Se trata, en una palabra, de comportarse como cristianos: conviviendo con todos, respetando la legítima libertad de todos y haciendo que este mundo nuestro sea más justo.

Cada uno de los socios se gana la vida y sirve a la sociedad con la profesión que tenía antes de venir al Opus Dei, y que ejercería si no perteneciese a la Obra. Así, unos son mineros, otros enseñan en escuelas o Universidades, otros son comerciantes, amas de casa, secretarias, campesinos. No hay ninguna actividad humana noble que no pueda ejercer un socio del Opus Dei. El que, por ejemplo, antes de pertenecer a nuestra Obra trabajaba en una actividad editorial o comercial, sigue haciéndolo después. Y si, con ocasión de ese trabajo o de cualquier otro, se busca un nuevo empleo, o decide, con sus compañeros de profesión, fundar una empresa cualquiera, es cosa en la que le corresponde decidir libremente, aceptando él personalmente los resultados de su trabajo y respondiendo personalmente también.

Toda la actuación de los Directores del Opus Dei se basa en un exquisito respeto de la libertad profesional de los socios: éste es un punto de importancia capital, del cual depende la existencia misma de la Obra, y que por tanto se vive con fidelidad absoluta. Cada socio puede trabajar profesionalmente en los mismos campos que si no perteneciera al Opus Dei, de manera que ni el Opus Dei en cuanto tal, ni ninguno de los demás miembros tienen nada que ver con el trabajo profesional que ese socio concreto desarrolla. A lo que los socios se comprometen al vincularse a la Obra es a esforzarse por buscar la perfección cristiana con ocasión y por medio de su trabajo, y a tener una más clara conciencia del carácter de servicio a la humanidad que debe tener toda vida cristiana.

La misión principal de la Obra —ya lo he dicho antes— es pues la de formar cristianamente a sus socios y a otras personas que deseen recibir esa formación. El deseo de contribuir a la solución de los problemas que afectan a la sociedad y a los cuales tanto puede aportar el ideal cristiano, lleva además a que la Obra en cuanto tal, corporativamente, desarrolle algunas actividades e iniciativas. El criterio en este campo es que el Opus Dei, que tiene fines exclusivamente espirituales, sólo puede realizar corporativamente aquellas actividades que constituyen de un modo claro e inmediato un servicio cristiano, un apostolado. Sería absurdo pensar que el Opus Dei en cuanto tal se pueda dedicar a extraer carbón de las minas o a promover cualquier género de empresas de tipo económico. Sus obras corporativas son todas actividades directamente apostólicas: una escuela para la formación de campesinos, un dispensario médico en una zona o en un país subdesarrollado, un colegio para la promoción social de la mujer, etc. Es decir, obras asistenciales, educativas o de beneficencia, como las que suelen realizar en todo el mundo instituciones de cualquier credo religioso.

Para llevar adelante estas labores se cuenta en primer lugar con el trabajo personal de los socios, que en ocasiones se dedican plenamente a ellas. Y también con la ayuda generosa que prestan tantas personas, cristianas o no. Algunos se sienten movidos a colaborar por razones espirituales; otros, aunque no compartan los fines apostólicos, ven que se trata de iniciativas en beneficio de la sociedad, abiertas a todos, sin discriminación alguna de raza, religión o ideología2.

La Asociación insiste en la libertad de los socios para expresar las convicciones que honradamente mantienen. Pero, volviendo sobre el tema desde otro punto de vista, ¿hasta qué punto piensa usted que el Opus Dei está moralmente obligado como asociación a expresar opiniones sobre asuntos cruciales, seculares o espirituales, pública o privadamente? ¿Hay situaciones en que el Opus Dei pondrá su influencia y la de sus miembros en defensa de principios que considera sagrados, como por ejemplo, recientemente en apoyo de la legislación sobre libertad religiosa en España?

En el Opus Dei, procuramos siempre y en todas las cosas sentir con la Iglesia de Cristo: no tenemos otra doctrina que la que enseña la Iglesia para todos los fieles. Lo único peculiar que tenemos es un espíritu propio, característico del Opus Dei, es decir, un modo concreto de vivir el Evangelio, santificándonos en el mundo y haciendo apostolado con la profesión.

De ahí se sigue inmediatamente que todos los miembros del Opus Dei tienen la misma libertad que los demás católicos para formar libremente sus opiniones, y para actuar en consecuencia. Por eso el Opus Dei como tal ni debe ni puede expresar una opinión propia, ni la puede tener. Si se trata de una cuestión sobre la que hay una doctrina definida por la Iglesia, la opinión de cada uno de los socios de la Obra será esa. Si en cambio se trata de una cuestión sobre la que el Magisterio —el Papa y los obispos— no se han pronunciado, cada uno de los socios del Opus Dei tendrá y defenderá libremente la opinión que le parezca mejor y actuará en consecuencia.

En otras palabras, el principio que regula la actitud de los directores del Opus Dei en este campo es el de respeto a la libertad de opción en lo temporal. Que es algo bien distinto del abstencionismo, pues se trata de colocar a cada socio ante sus propias responsabilidades, invitándole a asumirlas según su conciencia, obrando en libertad. Por eso es incongruente referirse al Opus Dei cuando se está hablando de partidos, grupos o tendencias políticas o, en general, de tareas y empresas humanas; más aún, es injusto y próximo a la calumnia, pues puede inducir al error de deducir falsamente que los miembros de la Obra tienen alguna ideología, mentalidad o interés temporal común.

Ciertamente los socios son católicos, y católicos que procuran ser consecuentes con su fe. Se les puede calificar como tales, si se quiere. Pero teniendo bien en cuenta que el hecho de ser católico no significa formar grupo, ni siquiera en lo cultural e ideológico, y, con mayor razón, tampoco en lo político. Desde el principio de la Obra, y no sólo desde el Concilio, se ha procurado vivir un catolicismo abierto, que defiende la legítima libertad de las conciencias, que lleva a tratar con caridad fraterna a todos los hombres, sean o no católicos, y a colaborar con todos, participando de las diversas ilusiones nobles que mueven a la humanidad.

Pongamos un ejemplo. Ante el problema racial en Estados Unidos, cada uno de los socios de la Obra tendrá en cuenta las enseñanzas claras de la doctrina cristiana sobre la igualdad de todos los hombres y sobre la injusticia de cualquier discriminación. También conocerá y se sentirá urgido por las indicaciones concretas de los obispos americanos sobre este problema. Defenderá por tanto los legítimos derechos de todos los ciudadanos y se opondrá a cualquier situación o proyecto discriminatorio. Tendrá en cuenta, además, que para un cristiano no basta con respetar los derechos de los demás hombres, sino que hay que ver, en todos, hermanos a los que debemos un amor sincero y un servicio desinteresado.

En la formación que da el Opus Dei a sus socios, se insistirá más en esas ideas en su país que en otros donde ese problema concreto no se presenta o se presenta con menos urgencia. Lo que no hará nunca el Opus Dei es dictar, y ni siquiera sugerir, una solución concreta para el problema. La decisión de apoyar un proyecto de ley u otro, de apuntarse a una asociación o a otra —o de no apuntarse a ninguna—, de participar o de no participar en una determinada manifestación es algo que decidirá cada uno de los socios. Y, de hecho, se ve en todas partes que los socios no actúan en bloque, sino con un lógico pluralismo.

Estos mismos criterios explican el hecho de que tantos españoles miembros del Opus Dei sean favorables al proyecto de ley sobre la libertad religiosa en su país, tal como ha sido redactado recientemente. Se trata obviamente de una opción personal, como también es personal la opinión de quienes critiquen ese proyecto. Pero todos han aprendido del espíritu del Opus Dei a amar la libertad y a comprender a los hombres de todas las creencias. El Opus Dei es la primera asociación católica que, desde 1950, con autorización de la Santa Sede, admite como cooperadores a los no católicos y a los no cristianos, sin discriminación alguna, con amor para todos.

Desde 1946 fijó usted su residencia en Roma. ¿Qué rasgos de los Pontífices que ha tratado destacan en su recuerdo?

Para mí, después de la Trinidad Santísima y de nuestra Madre la Virgen, en la jerarquía del amor, viene el Papa. No puedo olvidar que fue S.S. Pío XII quien aprobó el Opus Dei, cuando este camino de espiritualidad parecía a más de uno una herejía; como tampoco se me olvida que las primeras palabras de cariño y afecto que recibí en Roma, en 1946, me las dijo el entonces Mons. Montini. Tengo también muy grabado el encanto afable y paterno de Juan XXIII, todas las veces que tuve ocasión de visitarle. Una vez le dije: «en nuestra Obra siempre han encontrado todos los hombres, católicos o no, un lugar amable: no he aprendido el ecumenismo de Su Santidad...» Y el Santo Padre Juan se reía, emocionado. ¿Qué quiere que le diga? Siempre los Romanos Pontífices, todos, han tenido con el Opus Dei comprensión y cariño.

En mayo, en una reunión que tuvo con los estudiantes de la Universidad de Navarra, prometió usted un libro sobre temas estudiantiles y universitarios. ¿Podría decirnos si tardará mucho en aparecer?

Permitid a un viejo de más de sesenta años esta pequeña vanidad: confío en que el libro saldrá y en que podrá servir a profesores y alumnos. Al menos, meteré en él todo el cariño que tengo a la Universidad, un cariño que no he perdido nunca desde que puse los pies en ella por primera vez hace... ¡tantos años!

Quizá tarde todavía un poco, pero llegará. Prometí, en otra ocasión, a los estudiantes de Navarra una imagen de la Virgen para colocarla en medio del campus, y que desde allí bendijera el amor limpio, sano de vuestra juventud. La estatua tardó un poco en llegar, pero llegó al fin, Santa María, Madre del Amor Hermoso, bendecida expresamente por el Santo Padre para vosotros.

Sobre el libro he de deciros: no esperéis que gustará a todos. Expondré allí mis opiniones, que confío en que serán respetadas por los que piensen lo contrario, como respeto yo todas las opiniones distintas de la mía; como respeto a los que tienen un corazón grande y generoso, aunque no compartan conmigo la fe de Cristo. Os contaré una cosa que me ha sucedido muchas veces, la última aquí, en Pamplona. Se me acercó un estudiante que quería saludarme.

—Monseñor, yo no soy cristiano —me dijo—, soy mahometano.

—Eres hijo de Dios como yo —le contesté.

Y lo abracé con toda mi alma.

Notas
2

Estas obras corporativas, de carácter netamente apostólico, las promueven —como acaba de señalar Mons. Escrivá de Balaguer— los miembros de la prelatura junto con otras personas. A la Prelatura del Opus Dei, que asume exclusivamente la responsabilidad de la orientación doctrinal y espiritual, no pertenecen ni las empresas propietarias de esas iniciativas, ni los correspondientes bienes muebles o inmuebles. Los fieles del Opus Dei que trabajan en esas labores lo hacen con libertad y responsabilidad personales, en plena conformidad con las leyes del país, y obteniendo de las autoridades el mismo reconocimiento que se concede a otras actividades similares de los demás ciudadanos.

Referencias a la Sagrada Escritura