Lista de puntos

Hay 11 puntos en «Forja» cuya materia es Vida sobrenatural .

—¡Dios es mi Padre! —Si lo meditas, no saldrás de esta consoladora consideración.

—¡Jesús es mi Amigo entrañable! (otro Mediterráneo), que me quiere con toda la divina locura de su Corazón.

—¡El Espíritu Santo es mi Consolador!, que me guía en el andar de todo mi camino.

Piénsalo bien. —Tú eres de Dios…, y Dios es tuyo.

Estamos, Señor, gustosamente en tu mano llagada. ¡Apriétanos fuerte!, ¡estrújanos!, ¡que perdamos toda la miseria terrena!, ¡que nos purifiquemos, que nos encendamos, que nos sintamos empapados en tu Sangre!

—Y luego, ¡lánzanos lejos!, lejos, con hambres de mies, a una siembra cada día más fecunda, por Amor a Ti.

Me veo como un pobre pajarillo que, acostumbrado a volar solamente de árbol a árbol o, a lo más, hasta el balcón de un tercer piso…, un día, en su vida, tuvo bríos para llegar hasta el tejado de cierta casa modesta, que no era precisamente un rascacielos…

Mas he aquí que a nuestro pájaro lo arrebata un águila —lo tomó equivocadamente por una cría de su raza— y, entre sus garras poderosas, el pajarillo sube, sube muy alto, por encima de las montañas de la tierra y de los picos de nieve, por encima de las nubes blancas y azules y rosas, más arriba aun, hasta mirar de frente al sol… Y entonces el águila, soltando al pajarillo, le dice: anda, ¡vuela!…

—¡Señor, que no vuelva a volar pegado a la tierra!, ¡que esté siempre iluminado por los rayos del divino Sol —Cristo— en la Eucaristía!, ¡que mi vuelo no se interrumpa hasta hallar el descanso de tu Corazón!

Renueva cada jornada el deseo eficaz de anonadarte, de abnegarte, de olvidarte de ti mismo, de caminar «in novitate sensus», con una vida nueva, cambiando esta miseria nuestra por toda la grandeza oculta y eterna de Dios.

Vives contento, muy feliz, aunque en ocasiones notes el zarpazo de la tristeza, e incluso palpes casi habitualmente un sedimento real de pesadumbre.

—Pueden coexistir esa alegría y esa congoja, cada una en su "hombre": aquélla, en el nuevo; la otra, en el viejo.

Admira esta paradoja amable de la condición de cristiano: nuestra propia miseria es la que nos lleva a refugiarnos en Dios, a "endiosarnos", y con El lo podemos todo.

¿Minucias y nimiedades a las que nada debo, de las que nada espero, ocupan mi atención más que mi Dios? ¿Con quién estoy, cuando no estoy con Dios?

¡Agradece a Jesús la seguridad que te da! Porque no es tozudez: es luz de Dios, que te hace encontrarte firme, como sobre roca, cuando otros, a quienes toca hacer un triste papel —siendo tan buenos—, parecen hundirse en la arena…, faltos del fundamento de la fe.

Pide al Señor que las exigencias de la virtud de la fe se cumplan en tu vida y en la de todos.

No sabes si has progresado, ni cuánto… —¿De qué te serviría ese cálculo?…

—Lo importante es que perseveres, que tu corazón arda en fuego, que veas más luz y más horizonte…: que te afanes por nuestras intenciones, que las presientas —aunque no las conozcas—, y que por todas reces.

No podemos atribuirnos nunca el poder de Jesús, que pasa entre nosotros. El Señor pasa, y transforma las almas, cuando nos ponemos todos junto a El, con un solo corazón, con un solo sentir, con un solo deseo de ser buenos cristianos; pero es El, no tú, ni yo. ¡Es Cristo que pasa!

—Y además, se queda en nuestros corazones —¡en el tuyo y en el mío!—, y en nuestros sagrarios.

—Es Jesús que pasa, y Jesús que se queda. Permanece en ti, en cada uno de vosotros y en mí.

¡Sé generoso! No le pidas a Jesús ¡ni un consuelo!

—¿Por qué?, me has preguntado. Porque, te he respondido, bien sabes que, aunque parezca que este Dios Nuestro está lejos, ¡está de asiento en el centro de tu alma, poniendo relieve divino en tu vida entera!

Referencias a la Sagrada Escritura
Referencias a la Sagrada Escritura