Lista de puntos

Hay 11 puntos en «Forja» cuya materia es Contrición → dolor de Amor.

Pide al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, y a tu Madre, que te hagan conocerte y llorar por ese montón de cosas sucias que han pasado por ti, dejando —¡ay!— tanto poso… —Y a la vez, sin querer apartarte de esa consideración, dile: dame, Jesús, un Amor como hoguera de purificación, donde mi pobre carne, mi pobre corazón, mi pobre alma, mi pobre cuerpo se consuman, limpiándose de todas las miserias terrenas… Y, ya vacío todo mi yo, llénalo de Ti: que no me apegue a nada de aquí abajo; que siempre me sostenga el Amor.

Un buen modo de hacer examen de conciencia:

—¿Recibí como expiación, en este día, las contradicciones venidas de la mano de Dios?; ¿las que me proporcionaron, con su carácter, mis compañeros?; ¿las de mi propia miseria?

—¿Supe ofrecer al Señor, como expiación, el mismo dolor, que siento, de haberle ofendido ¡tantas veces!?; ¿le ofrecí la vergüenza de mis interiores sonrojos y humillaciones, al considerar lo poco que adelanto en el camino de las virtudes?

Por mi miseria, me quejaba yo a un amigo de que parece que Jesús está de paso… y de que me deja solo.

—Al instante, reaccioné con dolor, lleno de confianza: no es así, Amor mío: yo soy quien, sin duda, se apartó de Ti: ¡ya no más!

Dirígete a la Virgen, y pídele que te haga el regalo —prueba de su cariño por ti— de la contrición, de la compunción por tus pecados, y por los pecados de todos los hombres y mujeres de todos los tiempos, con dolor de Amor.

Y, con esa disposición, atrévete a añadir: Madre, Vida, Esperanza mía, condúceme con tu mano…, y si algo hay ahora en mí que desagrada a mi Padre-Dios, concédeme que lo vea y que, entre los dos, lo arranquemos.

Continúa sin miedo: ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen Santa María!, ruega por mí, para que, cumpliendo la amabilísima Voluntad de tu Hijo, sea digno de alcanzar y gozar las promesas de Nuestro Señor Jesús.

Escribes, y copio: "«Domine, tu scis quia amo te!» —¡Señor, Tú sabes que te amo!: cuántas veces, Jesús, repito y vuelvo a repetir, como una letanía agridulce, esas palabras de tu Cefas: porque sé que te amo, pero ¡estoy tan poco seguro de mí!, que no me atrevo a decírtelo claro. ¡Hay tantas negaciones en mi vida perversa! «Tu scis, Domine!» —¡Tú sabes que te amo! —Que mis obras, Jesús, nunca desdigan estos impulsos de mi corazón".

—Insiste en esta oración tuya, que ciertamente El oirá.

Repite confiadamente: Señor, ¡si mis lágrimas hubieran sido contrición!…

—Pídele con humildad que te conceda el dolor que deseas.

¡Tan cerca de Cristo, tantos años, y… tan pecador!

—La intimidad de Jesús contigo, ¿no te arranca sollozos?

Estoy seguro de que El acogió tu súplica humilde y encendida: ¡Oh, Dios mío!, no me importa el "qué dirán": perdón, por mi vida infame: ¡que yo sea santo!… Pero sólo para Ti.

¿Qué te he hecho, Jesús, para que así me quieras? Ofenderte… y amarte.

—Amarte: a esto va a reducirse mi vida.

Dolido de tanta caída, de aquí en adelante —con la ayuda de Dios— estaré siempre en la Cruz.

Qué buena razón la de aquel sacerdote, cuando predicaba así: "Jesús me ha perdonado toda la muchedumbre de mis pecados —¡cuánta generosidad!—, a pesar de mi ingratitud. Y, si a María Magdalena le fueron perdonados muchos pecados, porque amó mucho, a mí, que todavía me ha perdonado más, ¡qué gran deuda de amor me queda!"

¡Jesús, hasta la locura y el heroísmo! Con tu gracia, Señor, aunque me sea preciso morir por Ti, ya no te abandonaré.

Referencias a la Sagrada Escritura
Referencias a la Sagrada Escritura