Lista de puntos

Hay 12 puntos en «Forja» cuya materia es Corredentores.

Cristo, que subió a la Cruz con los brazos abiertos de par en par, con gesto de Sacerdote Eterno, quiere contar con nosotros —¡que no somos nada!—, para llevar a "todos" los hombres los frutos de su Redención.

Estamos, Señor, gustosamente en tu mano llagada. ¡Apriétanos fuerte!, ¡estrújanos!, ¡que perdamos toda la miseria terrena!, ¡que nos purifiquemos, que nos encendamos, que nos sintamos empapados en tu Sangre!

—Y luego, ¡lánzanos lejos!, lejos, con hambres de mies, a una siembra cada día más fecunda, por Amor a Ti.

Una ola sucia y podrida —roja y verde— se empeña en sumergir la tierra, escupiendo su puerca saliva sobre la Cruz del Redentor…

Y El quiere que de nuestras almas salga otra oleada —blanca y poderosa, como la diestra del Señor—, que anegue, con su pureza, la podredumbre de todo materialismo y neutralice la corrupción, que ha inundado el Orbe: a eso vienen —y a más— los hijos de Dios.

Duele ver que, después de dos mil años, haya tan pocos que se llamen cristianos en el mundo. Y que, de los que se llaman cristianos, haya tan pocos que vivan la verdadera doctrina de Jesucristo.

¡Vale la pena jugarse la vida entera!: trabajar y sufrir, por Amor, para llevar adelante los designios de Dios, para corredimir.

Escribías: "yo te oigo clamar, Rey mío, con viva voz, que aún vibra: «ignem veni mittere in terram, et quid volo nisi ut accendatur?» —he venido a traer fuego a la tierra, ¿y qué quiero sino que arda?"

Después añadías: "Señor, te respondo —todo yo— con mis sentidos y potencias: «ecce ego quia vocasti me!» —¡aquí me tienes porque me has llamado!"

—Que sea esta respuesta tuya una realidad cotidiana.

¿Es posible que lleve Cristo tantos años —veinte siglos— actuando en la tierra, y que el mundo esté así?, me preguntabas. ¿Es posible que aún haya gente que no conozca al Señor?, insistías.

—Y te contesté seguro: ¡tenemos la culpa nosotros!, que hemos sido llamados a ser corredentores, y a veces, ¡quizá muchas!, no correspondemos a esa Voluntad de Dios.

Hijo, por tus propias fuerzas, no puedes nada en el terreno sobrenatural; pero, siendo instrumento de Dios, ¡lo podrás todo!: «omnia possum in eo qui me confortat!» —¡todo lo puedo en Aquél que me conforta!, pues El quiere, por su bondad, utilizar instrumentos ineptos, como tú y como yo.

La Redención se está haciendo, todavía en este momento…, y tú eres —¡has de ser!— corredentor.

Sigue el consejo de San Pablo: hora est iam nos de somno surgere! —¡ya es hora de trabajar! —De trabajar por dentro, en la edificación de tu alma; y por fuera, desde tu lugar, en la edificación del Reino de Dios.

La eficacia corredentora, ¡eterna!, de nuestras vidas, sólo puede actuarse con la humildad, desapareciendo, para que los demás descubran al Señor.

El Señor ha querido hacernos corredentores con El.

Por eso, para ayudarnos a comprender esta maravilla, mueve a los evangelistas a relatar tantos grandes prodigios. El podía sacar el pan de donde le pareciera…, ¡pues, no! Busca la cooperación humana: necesita de un niño, de un muchacho, de unos trozos de pan y de unos peces.

—Le hacemos falta tú y yo, ¡y es Dios! —Esto nos ha de urgir a ser generosos, en nuestra correspondencia a sus gracias.

Salió el sembrador a sembrar, a echar a voleo la semilla en todas las encrucijadas de la tierra… —¡Bendita labor la nuestra!: encargarnos de que, en todas las circunstancias de lugares y de épocas, arraigue, germine y dé fruto la palabra de Dios.

Referencias a la Sagrada Escritura
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