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Son muchos los cristianos persuadidos de que la Redención se realizará en todos los ambientes del mundo, y de que debe haber algunas almas —no saben quiénes— que con Cristo contribuyen a realizarla. Pero la ven a un plazo de siglos, de muchos siglos…: serían una eternidad, si se llevara a cabo al paso de su entrega.
Así pensabas tú, hasta que vinieron a “despertarte”.
Veíamos, mientras hablábamos, las tierras de aquel continente. —Se te encendieron en lumbres los ojos, se llenó de impaciencia tu alma y, con el pensamiento en aquellas gentes, me dijiste: ¿será posible que, al otro lado de estos mares, la gracia de Cristo se haga ineficaz?
Luego, tú mismo te diste la respuesta: El, en su bondad infinita, quiere servirse de instrumentos dóciles.
Profundiza cada día en la hondura apostólica de tu vocación cristiana. —El levantó hace veinte siglos —para que tú y yo lo proclamemos al oído de los hombres— un banderín de enganche, abierto a todos los que tienen un corazón sincero y capacidad de amar… ¡Qué llamadas más claras quieres que el «ignem veni mittere in terram» —fuego he venido a traer a la tierra, y la consideración de esos dos mil quinientos millones de almas que todavía no conocen a Cristo!
Jesús llegó a la Cruz, después de prepararse durante treinta y tres años, ¡toda su Vida!
—Sus discípulos, si de veras desean imitarle, deben convertir su existencia en corredención de Amor, con la propia negación, activa y pasiva.
El Señor ha tenido esta finura de Amor con nosotros: permitirnos que le conquistemos la tierra.
El —¡tan humilde siempre!— quiso limitarse a convertirlo en posible… A nosotros nos ha concedido la parte más hacedera y agradable: la de la acción y la del triunfo.
Este ideal de guerrear —y vencer— las batallas de Cristo, solamente se hará realidad por la oración y el sacrificio, por la Fe y el Amor. —Pues… ¡a orar, y a creer, y a sufrir, y a Amar!
La gente de aquella tierra —tan apartada de Dios, tan desorientada— te ha recordado las palabras del Maestro: “andan como ovejas sin pastor”.
—Y has sentido que a ti también se te llenan las entrañas de compasión…: decídete, desde el lugar que ocupas, a dar la vida en holocausto por todos.
Un saludo vibrante de un hermano te recordó, en aquel ambiente viajero, que los caminos honestos del mundo están abiertos para Cristo: únicamente falta que nos lancemos a recorrerlos, con espíritu de conquista.
Sí, Dios ha creado el mundo para sus hijos, para que lo habiten y lo santifiquen: ¿a qué esperas?
Si los cristianos viviéramos de veras conforme a nuestra fe, se produciría la más grande revolución de todos los tiempos… ¡La eficacia de la corredención depende también de cada uno de nosotros! —Medítalo.
No lo debemos olvidar: en todas las actividades humanas, tiene que haber hombres y mujeres con la Cruz de Cristo en sus vidas y en sus obras, alzada, visible, reparadora; símbolo de la paz, de la alegría; símbolo de la Redención, de la unidad del género humano, del amor que Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, la Trinidad Beatísima ha tenido y sigue teniendo a la humanidad.
Documento imprimido desde https://escriva.org/es/book-subject/surco/86/ (07/05/2024)