Lista de puntos
Muchos apuros se remedian enseguida. Otros, no inmediatamente. Pero todos se arreglarán, si somos fieles: si obedecemos, si cumplimos lo que está dispuesto.
“Era un guerrillero —escribe—, y me movía por el monte, disparando cuando me daba la real gana. Pero quise alistarme como soldado, porque comprendí que las guerras las ganan, más fácilmente, los ejércitos organizados y con disciplina. Un pobre guerrillero aislado no puede tomar ciudades enteras, ni ocupar el mundo. Colgué mi escopetón —¡resulta tan anticuado!—, y ahora estoy mejor armado. A la vez, sé que no puedo ya tumbarme en el monte, a la sombra de un árbol, y soñar que yo solito ganaré la guerra”.
—¡Bendita disciplina y bendita unidad de nuestra Madre la Iglesia Santa!
A tantos católicos rebeldes les diría que faltan a su deber los que, en lugar de atenerse a la disciplina y a la obediencia a la autoridad legítima, se convierten en partido; en bandería menuda; en gusanos de discordia; en conjura y chismorreo; en fomentadores de estúpidas pugnas personales; en tejedores de urdimbres de celos y crisis.
¡Con qué facilidad incumples el plan de vida, o haces las cosas peor que si las omitieras!… —¿Así quieres enamorarte cada vez más de tu camino, para contagiar después a otros este amor?
“María guardaba todas estas cosas en su corazón…”
Cuando el amor limpio y sincero anda por medio, la disciplina no supone peso, aunque cueste, porque une al Amado.
Documento imprimido desde https://escriva.org/es/book-subject/surco/1787/ (08/05/2024)