Lista de puntos

Hay 10 puntos en «Camino» cuya materia es Filiación divina  → esperanza, confianza .

Está bien que sirvas a Dios como un hijo, sin paga, generosamente... —Pero no te preocupes si alguna vez piensas en el premio.

No tengas miedo a la muerte. —Acéptala, desde ahora, generosamente..., cuando Dios quiera..., como Dios quiera..., donde Dios quiera. —No lo dudes: vendrá en el tiempo, en el lugar y del modo que más convenga..., enviada por tu Padre-Dios. —¡Bienvenida sea nuestra hermana la muerte!

¿No brilla en tu alma el deseo de que tu Padre-Dios se ponga contento cuando te tenga que juzgar?

Los niños no tienen nada suyo, todo es de sus padres..., y tu Padre sabe siempre muy bien cómo gobierna el patrimonio.

Que tus faltas e imperfecciones, y aun tus caídas graves, no te aparten de Dios. —El niño débil, si es discreto, procura estar cerca de su padre.

No te apures, si te enfadas, cuando haces esas pequeñas cosas que Él te pide. —Ya llegarás a sonreír...

¿No ves con qué mala gana da el niño sencillo a su padre, que le prueba, la golosina que tenía en sus manos? —Pero, se la da: ha vencido el amor.

Estás lleno de miserias. —Cada día las ves más claras. —Pero no te asusten. —Él sabe bien que no puedes dar más fruto.

Tus caídas involuntarias —caídas de niño— hacen que tu Padre-Dios tenga más cuidado y que tu Madre María no te suelte de su mano amorosa: aprovéchate, y, al cogerte el Señor a diario del suelo, abrázale con todas tus fuerzas y pon tu cabeza miserable sobre su pecho abierto, para que acaben de enloquecerte los latidos de su Corazón amabilísimo.

Cuando un alma de niño hace presentes al Señor sus deseos de indulto, debe estar segura de que verá pronto cumplidos esos deseos: Jesús arrancará del alma la cola inmunda, que arrastra por sus miserias pasadas; quitará el peso muerto, resto de todas las impurezas, que le hace pegarse al suelo; echará lejos del niño todo el lastre terreno de su corazón para que suba hasta la Majestad de Dios, a fundirse en la llamarada viva de Amor, que es Él.

¡Qué buena cosa es ser niño! —Cuando un hombre solicita un favor, es menester que a la solicitud acompañe la hoja de sus méritos.

Cuando el que pide es un chiquitín —como los niños no tienen méritos—, basta con que diga: soy hijo de Fulano.

¡Ah, Señor! —díselo ¡con toda tu alma!—, yo soy... ¡hijo de Dios!

¿Has presenciado el agradecimiento de los niños? —Imítalos diciendo, como ellos, a Jesús, ante lo favorable y ante lo adverso: «¡Qué bueno eres! ¡Qué bueno!...»

Esa frase, bien sentida, es camino de infancia, que te llevará a la paz, con peso y medida de risas y llantos, y sin peso y medida de Amor.