Lista de puntos

Hay 9 puntos en «Camino» cuya materia es Soberbia → manifestaciones.

No discutáis. —De la discusión no suele salir la luz, porque la apaga el apasionamiento.

Egoísta. —Tú, siempre a «lo tuyo». —Pareces incapaz de sentir la fraternidad de Cristo: en los demás, no ves hermanos; ves peldaños.

Presiento tu fracaso rotundo. —Y, cuando estés hundido, querrás que vivan contigo la caridad que ahora no quieres vivir.

Poco recio es tu carácter: ¡qué afán de meterte en todo! —Te empeñas en ser la sal de todos los platos... Y —no te enfadarás porque te hable claro— tienes poca gracia para ser sal: y no eres capaz de deshacerte y pasar inadvertido a la vista, igual que ese condimento.

Te falta espíritu de sacrificio. Y te sobra espíritu de curiosidad y de exhibición.

¡Qué hermosa es la santa pureza! Pero no es santa, ni agradable a Dios, si la separamos de la caridad.

La caridad es la semilla que crecerá y dará frutos sabrosísimos con el riego, que es la pureza.

Sin caridad, la pureza es infecunda, y sus aguas estériles convierten las almas en un lodazal, en una charca inmunda, de donde salen vaharadas de soberbia.

No te vences, no eres mortificado, porque eres soberbio. —¿Que tienes una vida penitente? No olvides que la soberbia es compatible con la penitencia... —Más razones: la pena tuya, después de la caída, después de tus faltas de generosidad, ¿es dolor o es rabieta de verte tan pequeño y sin fuerzas? —¡Qué lejos estás de Jesús, si no eres humilde..., aunque tus disciplinas florezcan cada día rosas nuevas!

Tristeza, apabullamiento. No me extraña: es la nube de polvo que levantó tu caída. Pero, ¡basta!: ¿acaso el viento de la gracia no llevó lejos esa nube?

Después, tu tristeza —si no la rechazas— bien podría ser la envoltura de tu soberbia. —¿Es que te creías perfecto e impecable?

Con ese aire de suficiencia resultas un tipo molesto y antipático, te pones en ridículo, y, lo que es peor, quitas eficacia a tu trabajo de apóstol.

No olvides que hasta las «medianías» pueden pecar por demasiado sabias.

Si la obediencia no te da paz, es que eres soberbio.

¿Te riñen? —No te enfades, como te aconseja tu soberbia. —Piensa: ¡qué caridad tienen conmigo! ¡Lo que se habrán callado!