Lista de puntos

Hay 11 puntos en «Camino» cuya materia es Soberbia.

El «non serviam» de Satanás ha sido demasiado fecundo. —¿No sientes el impulso generoso de decir cada día, con voluntad de oración y de obras, un «serviam» —¡te serviré, te seré fiel!— que supere en fecundidad a aquel clamor de rebeldía?

Bien. ¿Y qué? —No entiendo cómo te puedes retraer de esa labor de almas —si no es por oculta soberbia: te crees perfecto—, porque el fuego de Dios que te atrajo, además de la luz y del calor que te entusiasman, dé a veces el humo de la flaqueza de los instrumentos.

Eres polvo sucio y caído. —Aunque el soplo del Espíritu Santo te levante sobre las cosas todas de la tierra y haga que brille como oro, al reflejar en las alturas con tu miseria los rayos soberanos del Sol de Justicia, no olvides la pobreza de tu condición.

Un instante de soberbia te volvería al suelo, y dejarías de ser luz para ser lodo.

¿Tú..., soberbia? —¿De qué?

¿Soberbia? —¿Por qué?... Dentro de poco —años, días— serás un montón de carroña hedionda: gusanos, licores malolientes, trapos sucios de la mortaja..., y nadie, en la tierra, se acordará de ti.

Por soberbia. —Ya te ibas creyendo capaz de todo, tú solo. —Te dejó un instante, y fuiste de cabeza. —Sé humilde y su apoyo extraordinario no te faltará.

Te veo, caballero cristiano —dices que lo eres—, besando una imagen, mascullando una oración vocal, clamando contra los que atacan a la Iglesia de Dios..., y hasta frecuentando los Santos Sacramentos.

Pero no te veo hacer un sacrificio, ni prescindir de ciertas conversaciones... mundanas (podría, con razón, aplicarles otro calificativo), ni ser generoso con los de abajo... ¡ni con esa Iglesia de Cristo!, ni soportar una flaqueza de tu hermano, ni abatir tu soberbia por el bien común, ni deshacerte de tu firme envoltura de egoísmo, ni... ¡tantas cosas más!

Te veo... —No te veo... —Y tú... ¿dices que eres caballero cristiano? —¡Qué pobre concepto tienes de Cristo!

«Deo omnis gloria». —Para Dios toda la gloria. —Es una confesión categórica de nuestra nada. Él, Jesús, lo es todo. Nosotros, sin Él, nada valemos: nada.

Nuestra vanagloria sería eso: gloria vana; sería un robo sacrílego; el «yo» no debe aparecer en ninguna parte.

Sin mí nada podéis hacer, ha dicho el Señor. —Y lo ha dicho, para que tú y yo no nos apuntemos éxitos que son suyos. —«Sine me, nihil!...»

¿Cómo te atreves a emplear ese chispazo del entendimiento divino, que es tu razón, en otra cosa que no sea dar gloria a tu Señor?

Si la vida no tuviera por fin dar gloria a Dios, sería despreciable, más aún: aborrecible.

Referencias a la Sagrada Escritura
Referencias a la Sagrada Escritura