Lista de puntos

Hay 4 puntos en «Cartas I» cuya materia es Apostolado → de amistad y confidencia.

Habéis de acercar las almas a Dios con la palabra conveniente, que despierta horizontes de apostolado; con el consejo discreto, que ayuda a enfocar cristianamente un problema; con la conversación amable, que enseña a vivir la caridad: mediante un apostolado que he llamado alguna vez de amistad y de confidencia.

Pero habéis de atraer sobre todo con el ejemplo de la integridad de vuestras vidas, con la afirmación −humilde y audaz a un tiempo− de vivir cristianamente entre vuestros iguales, con una manera ordinaria, pero coherente; manifestando, en nuestras obras, nuestra fe: ésa será, con la ayuda de Dios, la razón de nuestra eficacia.

No tengáis miedo al mundo: somos del mundo y, unidos a Dios, si vivimos nuestro espíritu, nada puede dañarnos. Quizá, en ocasiones, entre gentes alejadas de Dios, nuestra conducta cristiana pueda chocar: habréis de tener la valentía, apoyados en la omnipotencia divina, de ser fieles.

Pido para mis hijos la fortaleza de espíritu que les haga capaces de llevar consigo su propio ambiente; porque un hijo de Dios, en su Obra, debe ser como una brasa encendida, que pega fuego dondequiera que esté, o por lo menos eleva la temperatura espiritual de los que le rodean, arrastrándolos a vivir una intensa vida cristiana.

Apostolado de la amistad

Quien no vea la eficacia apostólica y sobrenatural de la amistad, se ha olvidado de Jesucristo: ya no os llamo siervos, sino amigos45. Y de la amistad con sus apóstoles, con sus discípulos, con la familia de Betania: con Marta, María y Lázaro. Y de aquellas escenas que nos cuenta San Juan, antes de la resurrección de Lázaro, aquel et lacrimatus est Iesus46*: olvida las palabras llenas de confianza de las dos hermanas cuando quieren comunicar a Jesucristo la enfermedad de Lázaro, y le envían este mensaje: Señor, mira que aquél a quien amas está enfermo47.

Hay en la Escritura, hijas e hijos de mi alma, multitud de textos en los que se habla de la amistad, pero sólo os voy a decir uno, que aparece en la primera epístola de San Pedro; en el capítulo V, versículo 13, cuando, refiriéndose a Marcos, le llama: Marcus filius meus.

Con la amistad leal y desinteresada, el apostolado del ejemplo se hace más eficaz; pero el ejemplo hay que darlo siempre, no sólo a los amigos, sino a los que no nos conocen, y aun a los que nos son hostiles. Con el ejemplo, cada uno de vosotros os hacéis otro Cristo, qui pertransiit benefaciendo et sanando omnes48, que pasó haciendo el bien y sanando a todos.

Vos autem dixi amicos, quia omnia quaecumque audivi a Patre meo, nota feci vobis1; os he llamado amigos, porque os he hecho saber cuantas cosas oí de mi Padre. Aquí tenéis, hijas e hijos de mi alma, unas palabras de Jesucristo Señor Nuestro, que nos señalan el camino que hemos de seguir en nuestra labor apostólica. Dios nos ha llamado para llevar su doctrina a todos los rincones del mundo, para abrir los caminos divinos de la tierra, para hacer que conozcan a Jesucristo tantas inteligencias que nada saben de Él, y −al querernos en su Obra− también nos ha dado un modo apostólico de trabajar, que nos mueve a la comprensión, a la disculpa, a la caridad delicada con todas las almas.

Es el nuestro, un apostolado de amistad y de confidencia. Deseamos repetir siempre con el Espíritu Santo: ego cogito cogitationes pacis et non afflictionis2, tengo pensamientos de paz y no de aflicción, pensamientos que buscan la concordia, que tratan de conseguir un ambiente de caridad, indispensable para que la palabra de Dios arraigue en los corazones. La caridad es el vínculo de la fraternidad, el fundamento de la paz, lo que da firmeza y permanencia a la unidad; es mayor que la fe y que la esperanza; adelanta al martirio y a todas las obras; permanecerá eternamente con nosotros en el Reino de los Cielos3.

Con todas las almas, en todos los ambientes. Sembrar paz y amor

El Señor ha querido para nosotros ese espíritu, que es el suyo. ¿No veis su continuo afán por estar con la muchedumbre? ¿No os enamora contemplar cómo no rechaza a nadie? Para todos tiene una palabra, para todos abre sus labios dulcísimos; y les enseña, les adoctrina, les lleva nuevas de alegría y de esperanza, con ese hecho maravilloso, único, de un Dios que convive con los hombres.

Unas veces les habla desde la barca, mientras están sentados en la orilla; otras, en el monte, para que toda la muchedumbre oiga bien; otras veces, entre el ruido de un banquete, en la quietud del hogar, caminando entre los sembrados, sentados bajo los olivos. Se dirige a cada uno, según lo que cada uno puede entender: y pone ejemplos de redes y de peces, para la gente marinera; de semillas y de viñas, para los que trabajan la tierra; al ama de casa, le hablará de la dracma perdida; a la samaritana, tomando ocasión del agua que la mujer va a buscar al pozo de Jacob. Jesús acoge a todos, acepta las invitaciones que le hacen y −cuando no le invitan− a veces es Él quien se convida: Zachaee, festinans descende, quia hodie in domo tua oportet me manere4; Zaqueo, baja deprisa, porque conviene que hoy me hospede en tu casa.

Cristo quiere que todos los hombres se salven5, que nadie se pierda; y se apresura a dar su vida por todos, en un derroche de amor, que es holocausto perfecto. Jesús no quiere convencer por la fuerza y, estando junto a los hombres, entre los hombres, les mueve suavemente a seguirle, en busca de la verdadera paz y de la auténtica alegría.

Notas
45

Cfr. Jn 15,15.

46

* Jn 11,35; «et lacrimatus est Iesus»: «y Jesús lloró» (T. del E.).

47

Jn 11,3.

48

Hch 10,38.

Referencias a la Sagrada Escritura
Notas
1

Jn 15,15.

2

Cfr. Jr 29,11.

3

S. Cipriano de Cartago, De bono patientiae, 15 (CSEL 8, pp. 407-408).

Referencias a la Sagrada Escritura
Notas
4

Lc 19,5.

5

1 Tm 2,4.

Referencias a la Sagrada Escritura