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Apostolado de la amistad
Quien no vea la eficacia apostólica y sobrenatural de la amistad, se ha olvidado de Jesucristo: ya no os llamo siervos, sino amigos45. Y de la amistad con sus apóstoles, con sus discípulos, con la familia de Betania: con Marta, María y Lázaro. Y de aquellas escenas que nos cuenta San Juan, antes de la resurrección de Lázaro, aquel et lacrimatus est Iesus46*: olvida las palabras llenas de confianza de las dos hermanas cuando quieren comunicar a Jesucristo la enfermedad de Lázaro, y le envían este mensaje: Señor, mira que aquél a quien amas está enfermo47.
Hay en la Escritura, hijas e hijos de mi alma, multitud de textos en los que se habla de la amistad, pero sólo os voy a decir uno, que aparece en la primera epístola de San Pedro; en el capítulo V, versículo 13, cuando, refiriéndose a Marcos, le llama: Marcus filius meus.
Con la amistad leal y desinteresada, el apostolado del ejemplo se hace más eficaz; pero el ejemplo hay que darlo siempre, no sólo a los amigos, sino a los que no nos conocen, y aun a los que nos son hostiles. Con el ejemplo, cada uno de vosotros os hacéis otro Cristo, qui pertransiit benefaciendo et sanando omnes48, que pasó haciendo el bien y sanando a todos.
Documento imprimido desde https://escriva.org/es/cartas-1/119/ (30/04/2024)