Lista de puntos

Hay 4 puntos en «Cartas I» cuya materia es Comprensión → y paz.

No humillar a nadie. Santa transigencia

No exageréis esas dificultades. Un alma contemplativa sabe ver a Jesucristo en los que le rodean, y no le cuesta soportar todo lo que sea molesto en la convivencia con sus hermanos los hombres. Más aún, soportar le parece poco: lo que quiere es edificar, imitar a Jesucristo con su caridad sin límites, con su capacidad de ceder y conceder en todo lo personal, en todo lo que no suponga ofensa de Dios.

Y así nosotros, como más fuertes en la fe −os diré con San Pablo−, debemos soportar las flaquezas de los menos firmes, y no dejarnos llevar de una vana complacencia por nosotros mismos. Al contrario, cada uno de vosotros procure dar gusto a su prójimo en lo que es bueno y puede edificarle88.

También os he enseñado, hijas e hijos míos, una regla práctica, esencial para la convivencia, para edificar a los demás en la caridad: no discutir, no pretender convencer a los demás con la dialéctica, ya que muchos no están en disposición de ceder sin sentirse humillados, al reconocer la razón del que habla como adversario.

Tratad con caridad al que todavía es flaco o poco instruido en la fe, sin andar en disputas de opiniones89. Se expone la verdad serenamente, de forma positiva, sin polémica, sin humillar, dejando siempre al otro una salida honrosa, para que reconozca sin dificultad que estaba equivocado, que le faltaba formación o información. A veces, la caridad más fina será hacer que el otro quede con la convicción de que ha llegado, por su cuenta, a descubrir alguna verdad nueva. No discutáis: en cambio, haced estudiar serenamente los problemas, proporcionando doctrina escrita.

Nosotros, hijas e hijos míos, hemos de hacer lo mismo, porque nos empuja esa misma caridad de Cristo: caritas Christi urget nos6. Con la luz siempre nueva de la caridad, con un generoso amor a Dios y al prójimo, renovaremos, a la vista del ejemplo que nos dio el Maestro, nuestras ansias de comprender, de disculpar, de no sentirnos enemigos de nadie.

Nuestra actitud −ante las almas− se resume así, en esa expresión del Apóstol, que es casi un grito: caritas mea cum omnibus vobis in Christo Iesu!7: mi cariño para todos vosotros, en Cristo Jesús. Con la caridad, seréis sembradores de paz y de alegría en el mundo, amando y defendiendo la libertad personal de las almas, la libertad que Cristo respeta y nos ganó8.

La Obra de Dios ha nacido para extender por todo el mundo el mensaje de amor y de paz, que el Señor nos ha legado; para invitar a todos los hombres al respeto de los derechos de la persona. Así quiero que mis hijos se formen, y así sois.

A vuestra unidad de vida, debe corresponder una magnanimidad espontánea, renovada cada día, que ha de estar patente y se ha de manifestar en todas las cosas, de manera que −como fieles soldados de Cristo Jesús en el mundo− sepáis ofreceros en holocausto, diciendo de veras: con plena sinceridad, con alegría, me he entregado, Señor, con todo lo que tengo9.

Comprensión, unidad

Esta ha de ser vuestra preparación, para el apostolado continuo que Jesús nos pide, como es continuo el latir del corazón. Hijos míos, el Señor nos ha llamado a su Obra en momentos, en los que se habla mucho de paz, y no hay paz: ni en las almas, ni en las instituciones, ni en la vida social, ni entre los pueblos. Se habla continuamente de igualdad y de democracia, y hay castas: cerradas, impenetrables.

Nos ha llamado en un tiempo, en el que se clama por la comprensión, y la comprensión no se vive, a veces ni entre las personas que obran de buena fe y quieren practicar la caridad, porque la caridad, más que en dar, está en comprender.

Son momentos, en los que los fanáticos y los intransigentes −incapaces de admitir razones ajenas− se curan en salud, tachando de violentos y agresivos a los que son sus víctimas. Nos ha llamado, en fin, cuando se oye hablar mucho de unidad, y quizá sea difícil concebir que pueda darse mayor desunión, no ya entre los hombres en general, sino entre los mismos católicos.

En esta atmósfera y en este ambiente hemos de dar el ejemplo, humilde y audaz al mismo tiempo, perseverante y sellado con el trabajo, de una vida cristiana, íntegra, laboriosa, llena de comprensión y de amor a todas las almas.

Exiit qui seminat seminare semen suum10, salió el hombre a echar la semilla, y esto es lo nuestro: sembrar, dar buena doctrina, participar de todos los quehaceres y preocupaciones honradas de la tierra, para dar en ellos el buen ejemplo de los seguidores de Cristo.

Él, hijas e hijos míos, coepit facere et docere11, primero hizo y después enseñó, y así quiero que seáis: santos de veras, en medio de la calle, en la universidad, en el taller, en el hogar, con una llamada del Señor particularísima, que no es de medias tintas, sino de total entrega.

Esa entrega, que al mismo tiempo ha de ser humilde y callada, os facilitará el conocimiento de la grandeza, de la ciencia, de la perfección de Dios, y os hará también saber la pequeñez, la ignorancia, la miseria que tenemos los hombres. Aprenderéis así a comprender las flaquezas ajenas, viendo las propias; a disculpar amando, a querer tratar con todos, porque no puede haber una criatura que nos sea extraña.

Hijos míos, el celo por las almas ha de llevarnos a no sentirnos enemigos de nadie, a tener un corazón grande, universal, católico; a volar como las águilas, en alas del amor de Dios, sin encerrarnos en el gallinero de rencillas o de banderías mezquinas, que tantas veces esterilizan la acción de los que quieren trabajar por Cristo.

Es un celo tal −en una palabra− el que debemos tener, que nos llevará a darnos cuenta de que in Christo enim Iesu neque circumcisio aliquid valet neque praeputium, sed nova creatura12, que −ante la posibilidad de hacer el bien− lo que verdaderamente cuentan son las almas.

Notas
88

Rm 15,1-2.

89

Rm 14,1.

Referencias a la Sagrada Escritura
Notas
6

Cfr. 2 Co 5,14.

7

1 Co 16,24.

8

Ga 4,31.

9

1 Cro 29,17.

Referencias a la Sagrada Escritura
Notas
10

Lc 8,5.

11

Cfr. Hch 1,1.

12

Ga 6,15; «in Christo ... nova creatura»: «porque en Cristo Jesús, ni la circuncisión ni la falta de circuncisión importan, sino la nueva criatura» (T. del E.).

Referencias a la Sagrada Escritura