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No humillar a nadie. Santa transigencia

No exageréis esas dificultades. Un alma contemplativa sabe ver a Jesucristo en los que le rodean, y no le cuesta soportar todo lo que sea molesto en la convivencia con sus hermanos los hombres. Más aún, soportar le parece poco: lo que quiere es edificar, imitar a Jesucristo con su caridad sin límites, con su capacidad de ceder y conceder en todo lo personal, en todo lo que no suponga ofensa de Dios.

Y así nosotros, como más fuertes en la fe −os diré con San Pablo−, debemos soportar las flaquezas de los menos firmes, y no dejarnos llevar de una vana complacencia por nosotros mismos. Al contrario, cada uno de vosotros procure dar gusto a su prójimo en lo que es bueno y puede edificarle88.

También os he enseñado, hijas e hijos míos, una regla práctica, esencial para la convivencia, para edificar a los demás en la caridad: no discutir, no pretender convencer a los demás con la dialéctica, ya que muchos no están en disposición de ceder sin sentirse humillados, al reconocer la razón del que habla como adversario.

Tratad con caridad al que todavía es flaco o poco instruido en la fe, sin andar en disputas de opiniones89. Se expone la verdad serenamente, de forma positiva, sin polémica, sin humillar, dejando siempre al otro una salida honrosa, para que reconozca sin dificultad que estaba equivocado, que le faltaba formación o información. A veces, la caridad más fina será hacer que el otro quede con la convicción de que ha llegado, por su cuenta, a descubrir alguna verdad nueva. No discutáis: en cambio, haced estudiar serenamente los problemas, proporcionando doctrina escrita.

Notas
88

Rm 15,1-2.

89

Rm 14,1.

Referencias a la Sagrada Escritura
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