Lista de puntos

Hay 3 puntos en «Cartas II» cuya materia es Libertad → cómo respetar la de los demás, conjugando la fidelidad al depósito de la fe.

Caminemos en verdad y caridad: nuestra fidelidad leal al depósito de la fe, al Magisterio de la Iglesia, nos hará portadores de verdad, veritatem facientes in caritate98, enseñando la doctrina del Evangelio con la caridad de Jesucristo.

Cuando no se pueda transigir, la intransigencia debe ser santa y, por tanto, lo será con la doctrina, no con las personas: de otro modo, no las podremos llevar a Dios, ni siquiera nos sería fácil tratarlas fraternalmente, como exige nuestra condición de cristianos. No se puede ceder en lo que es de fe: pero no olvidemos que, para decir la verdad, no hace falta maltratar a nadie.

Si alguna vez excepcionalmente, por la desfachatez y violencia del interlocutor, hay que decir las cosas con energía, en este caso, para evitar que nuestras palabras hieran –irascimini et nolite peccare!99, aunque hablemos duramente, no nos dejemos llevar de la pasión–, habrá que echar enseguida sobre las heridas el bálsamo de la caridad, y curar, sanar, explicando que era necesario en aquel momento concreto proceder así.

Mayor aún, si cabe, ha de ser ese respeto a cada persona y a su libertad, cuando se trate de contrastes en cuestiones opinables. Hay, por desgracia, entre los hombres, tanta tendencia al totalitarismo, a la tiranía, al fanatismo de las propias opiniones en materias discutibles, que nos hemos de esforzar mucho para dar ejemplo –en todas partes– de nuestro amor a la libertad personal de cada uno.

Me he hecho siempre este razonamiento, que debéis también haceros vosotros y enseñarlo a los demás: si el Señor ha dejado tantas cosas a la libre disputa de los hombres, ¿por qué ha de ser enemigo mío un hombre que piense de distinta manera que yo?

Si no tenemos las mismas ideas, y me convence, aceptaré su opinión; si le convenzo yo, pensará como yo; si ninguno de los dos convence al otro, podremos siempre respetarnos, querernos bien, convivir en paz.

Tribue sermonem compositum in ore meo100, pon en mi boca palabras apropiadas en la presencia de quien te contradice. De la disputa violenta –de la discusión– no sale la luz: la pasión lo impide. Por eso hay que saber escuchar al interlocutor y hablar serenamente, aunque esto suponga a veces un esfuerzo interior de dominio, de mortificación meritoria, porque en ese acto hay ya una razón sobrenatural que lo avalora.

No os quepa duda de que a veces se cree tener toda la razón, y solo se tiene una razón parcial, relativa; un objeto que para unos es cóncavo, para otros es convexo: depende solo del punto de vista. Es justo, por tanto, estudiar con calma, fríamente, las razones de los demás y ponerse a considerar la posición mental del que nos contradice.

Notas
98

Cfr. Ef 4,15.

99

Sal 4,5; Ef 4,26.

Referencias a la Sagrada Escritura
Notas
100

Est 14,13.

Referencias a la Sagrada Escritura