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Caminemos en verdad y caridad: nuestra fidelidad leal al depósito de la fe, al Magisterio de la Iglesia, nos hará portadores de verdad, veritatem facientes in caritate98, enseñando la doctrina del Evangelio con la caridad de Jesucristo.

Cuando no se pueda transigir, la intransigencia debe ser santa y, por tanto, lo será con la doctrina, no con las personas: de otro modo, no las podremos llevar a Dios, ni siquiera nos sería fácil tratarlas fraternalmente, como exige nuestra condición de cristianos. No se puede ceder en lo que es de fe: pero no olvidemos que, para decir la verdad, no hace falta maltratar a nadie.

Si alguna vez excepcionalmente, por la desfachatez y violencia del interlocutor, hay que decir las cosas con energía, en este caso, para evitar que nuestras palabras hieran –irascimini et nolite peccare!99, aunque hablemos duramente, no nos dejemos llevar de la pasión–, habrá que echar enseguida sobre las heridas el bálsamo de la caridad, y curar, sanar, explicando que era necesario en aquel momento concreto proceder así.

Notas
98

Cfr. Ef 4,15.

99

Sal 4,5; Ef 4,26.

Referencias a la Sagrada Escritura
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