Lista de puntos

Hay 3 puntos en «Cartas II» cuya materia es Libertad → y responsabilidad en el servicio a la Iglesia.

Solo podrá haber interferencias –porque lucharemos para evitar esos abusos– siempre que, por parte de alguno, se quisiera imponer, con equivocada mentalidad clerical, un criterio único en alguno de los campos que Dios ha dejado a la libertad de opinión de los hombres, para no perder –por ejemplo– el control de determinadas actividades sociales, políticas, económicas, etc., que llevan en vano el sobrenombre de católicas. Siempre estamos por la libertad.

La unidad de criterio para los católicos –también por tanto para los socios de la Obra–, la ha de dar la Jerarquía ordinaria de la Iglesia, cuando lo estime conveniente para el bien de las almas. Nada tienen que decir entonces –ni antes tampoco– los que gobiernen la Obra, porque no es misión suya orientar en esos asuntos, en los que cada uno de vosotros es personalmente libre y responsable.

El bien de las almas exige necesariamente, en tales circunstancias, una actitud clara, positiva, de la Jerarquía –y nosotros la obedeceremos–, sin que por desgracia falten fuera de la Obra los que se lamentan si la Iglesia habla, porque lo hace de un modo que a ellos no gusta; o sin que tampoco falten los que se quejan si la Iglesia calla: siempre habrá quien se duela del silencio de la Iglesia, por el simple motivo de que querría descargar su personal responsabilidad en la Jerarquía episcopal de su nación.

Si se pretendiera echar sobre los demás actuaciones propias; si alguno no se resignara a desaparecer de la pobre escena de su mundillo apostólico, político o social; si se empeñara en atribuirse méritos o éxitos ajenos, o si no se estuviera dispuesto a renunciar al gusto de figurar, se acabaría por dar razón a los sembradores de la discordia, y entonces sí que las palabras de la Iglesia podrían ser ocasión de escándalo: pero no por Ella, que es Maestra de verdad, sino por la desobediencia de alguno de sus hijos.

Libertad y responsabilidad

Por eso no os canséis de predicar el amor a la libertad, y demostradlo trabajando con responsabilidad personal en todas las tareas de los hombres. Insisto en que la Obra, como tal, no tiene nada que ver con esas actividades; a la Obra corresponde solo mantener el vigor de vuestra vida interior y ayudaros a conocer la doctrina de Jesucristo, para que podáis hacer en todo lugar el servicio que Dios nos pide.

Un servicio generoso, hecho –como vengo repitiéndoos– con mentalidad laical: con la mentalidad que tiene un profesional cristiano, que no se sirve del nombre de un santo, para vender kilos de novecientos gramos; ni usa en vano el nombre de la Iglesia, para medrar económica o socialmente.

Habéis de servir a las almas, en una palabra, sabiéndoos mayores de edad; y estando dispuestos a dar razón de vuestros actos, sin involucrar en vuestra actividad de ciudadanos ni a la Esposa de Jesucristo ni a la Obra.