Lista de puntos

Hay 5 puntos en «Cartas II» cuya materia es Obra de San Rafael → sostenimiento económico .

El sostenimiento de las casas de San Rafael debe ser cosa que cargue sobre los mismos muchachos o muchachas, y sobre sus familias, sobre sus padres, a quienes hemos de procurar tratar siempre, haciéndoles colaborar; y a muchos, primero como amigos, y espero que más adelante como hermanos.

Por eso, aparte de los donativos pequeños o grandes que los chicos o sus familias quieran entregar en las manos del Director o del Secretario de la casa, conviene que haya en lugar discreto una hucha, para que cada uno sin espectáculo y pasando inadvertido eche lo que pueda, lo que su espíritu de generosidad le dicte. Convendrá que los amigos más antiguos de la obra repitan al oído a los nuevos que ése es un modo –de justicia– de corresponder y de agradecer lo que en la casa de San Rafael se les da.

En la contabilidad que llevamos, es emocionante ver que un muchacho entrega los pocos céntimos que debía haber gastado en el tranvía: prefirió venir a pie. Y yo os digo que, aunque sea poco, quizá este da más que el que se desprende de mucho porque tiene mucho.

Para desarrollar la labor de San Rafael, también es conveniente promover apostolados corporativos con la juventud, que son y serán cada vez más variados: como toda esa gama de actividades, alrededor de la obra de San Rafael, de que acabo de hablaros.

La primera tarea ha sido y ha de ser siempre la obra de San Rafael. Nunca hemos comenzado una Residencia de estudiantes, por ejemplo, sin haber puesto antes en marcha la labor de San Rafael, como hemos podido, aun con carencia casi absoluta de medios materiales.

Lo mismo ha de decirse de cualquier otro apostolado corporativo: la obra de San Rafael ha de precederlo y acompañarlo. Y así, los chicos y no pocas veces sus familias ayudarán, con su oración y con su trabajo, a la instalación de los medios materiales y a todo lo necesario para esa labor corporativa, que consideran como cosa propia: veréis cómo lo hacen siempre con gusto, con alegría; y que, para ellos, supone un gran acercamiento a la Obra.

Necesidades económicas de todas las casas

Es de justicia –ya os lo he dicho– que los chicos sientan la responsabilidad de ayudar económicamente, en la medida de sus posibilidades, al sostenimiento de la casa que frecuentan, que es el instrumento que permite hacer esa labor formativa, de la que ellos son los primeros beneficiados, que constituye para nosotros un esfuerzo notable.

Y resulta pedagógico, muchas veces, hacer que precisamente los muchachos más díscolos y revoltosos se ocupen de lograr esa ayuda económica o de otros encargos precisos: esas pequeñas obligaciones suelen darles sentido de disciplina, y responden cambiando con notable mejora su carácter, demostrando que merecen la confianza que se les da.

Somos pobres y lo seremos siempre, hijas e hijos queridísimos. Os he dicho otras veces que nuestras casas dedicadas a trabajar con jóvenes nacen con un defecto original, que consiste en la carencia de medios económicos, junto con la necesidad de que haya un oratorio digno, una Administración dispuesta de manera que pueda funcionar, y de emplear locales para una labor que no es económicamente rentable: la de San Rafael.

Por eso nos hace falta la ayuda, porque solos no llegamos. Y los chicos responden, contribuyendo en las colectas tradicionales que se hacen entre ellos; o dejando discretamente una limosna, fruto de su espíritu de sacrificio, y de otros mil modos distintos.

Muchas veces esta colaboración de los chicos será pronto secundada –lo dije antes– por la de sus padres. Cuando se dan cuenta del bien que hacemos a sus hijos, colaboran con generosidad, regalan muebles para la instalación de la casa, o ayudan a comprarlos, etc. Si se trata de una labor con muchachos más jóvenes, han de ser ellos y las familias quienes proporcionen el local donde puedan reunirse y los medios necesarios para las actividades que allí se organicen.

Aunque alguna vez la aportación sea pequeña, porque la posición económica no les permite más, es este siempre un primer paso para que madres y padres y hermanos se acerquen a la Obra; y para recibir luego todos ellos el influjo sobrenatural del Opus Dei, hasta llegar a obtener el impulso de Dios, para ser nuestros amigos –y aun nuestros hermanos–, cooperando activamente, comprando acciones de los inmuebles que levantamos, para alquilarlos después a nosotros, que pagamos lo que sea razonable, teniendo esos edificios como medios de apostolado.

Para nuestras obras apostólicas corporativas, hemos de buscar también subvenciones de entidades oficiales y privadas. A través de estos apostolados, que están siempre dentro del ámbito de las leyes civiles, prestamos un gran servicio a la sociedad. Por eso, tenemos estricto derecho –como todos los ciudadanos que se dedican a labores docentes, benéficas, etc.– a recibir parte de los fondos que el Estado dedica a esos fines.

Pero, al procurar conseguir esas subvenciones, nos hemos de asegurar de que no queda mermada nuestra autonomía en la dirección de la obra corporativa de que se trate. Sin esta libertad elemental, no podríamos trabajar. Nuestros amigos y nuestros colaboradores serán siempre buena ayuda, para lograr esas justas y legítimas subvenciones.

La eficacia humana y el prestigio del trabajo que desarrollaréis en esos apostolados corporativos, moverá también a muchas personas nobles a ayudaros, aunque estén alejadas de nuestra fe católica. Con vuestro trato, lleno de caridad sincera, empezarán a querer a la Obra y haréis con ellos una tarea eficaz de apostolado ad fidem.