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El sostenimiento de las casas de San Rafael debe ser cosa que cargue sobre los mismos muchachos o muchachas, y sobre sus familias, sobre sus padres, a quienes hemos de procurar tratar siempre, haciéndoles colaborar; y a muchos, primero como amigos, y espero que más adelante como hermanos.

Por eso, aparte de los donativos pequeños o grandes que los chicos o sus familias quieran entregar en las manos del Director o del Secretario de la casa, conviene que haya en lugar discreto una hucha, para que cada uno sin espectáculo y pasando inadvertido eche lo que pueda, lo que su espíritu de generosidad le dicte. Convendrá que los amigos más antiguos de la obra repitan al oído a los nuevos que ése es un modo –de justicia– de corresponder y de agradecer lo que en la casa de San Rafael se les da.

En la contabilidad que llevamos, es emocionante ver que un muchacho entrega los pocos céntimos que debía haber gastado en el tranvía: prefirió venir a pie. Y yo os digo que, aunque sea poco, quizá este da más que el que se desprende de mucho porque tiene mucho.

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