Lista de puntos

Hay 12 puntos en «Forja» cuya materia es Esperanza → esperanza del Cielo.

El Señor vence siempre. —Si eres instrumento suyo, también tú vencerás, porque lucharás los combates de Dios.

La santidad consiste precisamente en esto: en luchar, por ser fieles, durante la vida; y en aceptar gozosamente la Voluntad de Dios, a la hora de la muerte.

Cuando recibas al Señor en la Eucaristía, agradécele con todas las veras de tu alma esa bondad de estar contigo.

—¿No te has detenido a considerar que pasaron siglos y siglos, para que viniera el Mesías? Los patriarcas y los profetas pidiendo, con todo el pueblo de Israel: ¡que la tierra tiene sed, Señor, que vengas!

—Ojalá sea así tu espera de amor.

También en estos tiempos, a despecho de los que niegan a Dios, la tierra está muy cerca del Cielo.

Escribías: "«simile est regnum cælorum» —el Reino de los Cielos es semejante a un tesoro… Este pasaje del Santo Evangelio ha caído en mi alma echando raíces. Lo había leído tantas veces, sin coger su entraña, su sabor divino".

¡Todo…, todo se ha de vender por el hombre discreto, para conseguir el tesoro, la margarita preciosa de la Gloria!

Ponte en coloquio con Santa María, y confíale: ¡oh, Señora!, para vivir el ideal que Dios ha metido en mi corazón, necesito volar… muy alto, ¡muy alto!

No basta despegarte, con la ayuda divina, de las cosas de este mundo, sabiendo que son tierra. Más incluso: aunque el universo entero lo coloques en un montón bajo tus pies, para estar más cerca del Cielo…, ¡no basta!

Necesitas volar, sin apoyarte en nada de aquí, pendiente de la voz y del soplo del Espíritu. —Pero, me dices, ¡mis alas están manchadas!: barro de años, sucio, pegadizo…

Y te he insistido: acude a la Virgen. Señora —repíteselo—: ¡que apenas logro remontar el vuelo!, ¡que la tierra me atrae como un imán maldito! —Señora, Tú puedes hacer que mi alma se lance al vuelo definitivo y glorioso, que tiene su fin en el Corazón de Dios.

—Confía, que Ella te escucha.

Piensa qué grato es a Dios Nuestro Señor el incienso que en su honor se quema; piensa también en lo poco que valen las cosas de la tierra, que apenas empiezan ya se acaban…

En cambio, un gran Amor te espera en el Cielo: sin traiciones, sin engaños: ¡todo el amor, toda la belleza, toda la grandeza, toda la ciencia…! Y sin empalago: te saciará sin saciar.

¡Visión sobrenatural! ¡Calma! ¡Paz! Mira así las cosas, las personas y los sucesos…, con ojos de eternidad.

Entonces, cualquier muro que te cierre el paso —aunque, humanamente hablando, sea imponente—, en cuanto alces los ojos de veras al Cielo, ¡qué poca cosa es!

Mienten los hombres cuando dicen "para siempre" en cosas temporales. Sólo es verdad, con una verdad total, el "para siempre" de la eternidad.

—Y así has de vivir tú, con una fe que te haga sentir sabores de miel, dulzuras de cielo, al pensar en esa eternidad, ¡que sí es para siempre!

Si no hubiera más vida que ésta, la vida sería una broma cruel: hipocresía, maldad, egoísmo, traición.

En la hora de la tentación, ejercita la virtud de la Esperanza, diciendo: para descansar y gozar, una eternidad me aguarda; ahora, lleno de Fe, a ganar con el trabajo, el descanso; y, con el dolor, el goce… ¿Qué será el Amor, en el Cielo?

Mejor aún, ejercita el Amor, reaccionando así: quiero dar gusto a mi Dios, a mi Amado, cumpliendo su Voluntad en todo…, como si no hubiera premio ni castigo: solamente por agradarle.

Dios mío: ¿cuándo te querré a Ti, por Ti? Aunque, bien mirado, Señor, desear el premio perdurable es desearte a Ti, que Te das como recompensa.

Referencias a la Sagrada Escritura