Lista de puntos

Hay 11 puntos en «Forja» cuya materia es Fe → naturaleza y necesidad.

A ti, que te ves tan falto de virtudes, de talento, de condiciones…, ¿no te dan ganas de clamar como Bartimeo, el ciego: ¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!?

—Qué hermosa jaculatoria, para que la repitas muchas veces: ¡Señor, ten compasión de mí!

—Te oirá y te atenderá.

Acto de fe: ¡contra El no se puede! ¡Ni contra los suyos!

—No lo olvides.

¡Llénate de fe, de seguridad! —Nos lo dice el Señor por boca de Jeremías: «orabitis me, et ego exaudiam vos» —siempre que acudáis a Mí, ¡siempre que hagáis oración!, Yo os escucharé.

Presentan a Jesús un enfermo, y El le mira. —Contempla bien la escena y medita sus palabras: «confide, fili» —ten confianza, hijo.

Eso te dice el Señor, cuando sientes el peso de los errores: ¡fe! La fe es lo primero; después, dejarse llevar como el paralítico: ¡obediencia interior y sumisa!

Nos falta fe. El día en que vivamos esta virtud —confiando en Dios y en su Madre—, seremos valientes y leales. Dios, que es el Dios de siempre, obrará milagros por nuestras manos.

—¡Dame, oh Jesús, esa fe, que de verdad deseo! Madre mía y Señora mía, María Santísima, ¡haz que yo crea!

Si hay montes, obstáculos, incomprensiones, trapisondas, que satanás quiere y el Señor permite, has de tener fe, fe con obras, fe con sacrificio, fe con humildad.

Ante la aparente esterilidad del apostolado, te asaltan las vanguardias de una oleada de desaliento, que tu fe rechaza con firmeza… —Pero te das cuenta de que necesitas más fe, humilde, viva y operativa.

Tú, que deseas la salud de las almas, grita como el padre de aquel muchacho enfermo, poseído por el diablo: «Domine, adiuva incredulitatem meam!» —¡Señor, ayuda mi incredulidad!

No lo dudes: se repetirá el milagro.

Esas medidas, que toman algunos gobiernos para asegurarse de la muerte de la fe en sus países, me recuerdan los sellos del Sanedrín en el Sepulcro de Jesús.

—El, que no estaba sujeto a nada ni a nadie, a pesar de esas trabas, ¡resucitó!

La fe verdadera se descubre por la humildad.

Dicebat enim intra se —decía aquella pobrecita mujer dentro de sí: si tetigero tantum vestimentum eius, salva ero —con sólo que toque la orla de su vestidura, quedaré sana.

—¡Qué humildad la suya, fruto y señal de su fe!

Te falta fe…, y te falta amor. Si no, acudirías inmediatamente y con más frecuencia a Jesús, pidiéndole por esto y por lo otro.

—No esperes más, invócale, y oirás que Cristo te habla: "¿qué quieres que te haga?", como atendió a aquel cieguecito que, desde la vera del camino, no se cansó de insistir.

La malicia de algunos y la ignorancia de muchos: he ahí el enemigo de Dios, de la Iglesia.

—Confundamos al malvado, iluminemos la inteligencia del ignorante… Con la ayuda de Dios, y con nuestro esfuerzo, salvaremos al mundo.

Referencias a la Sagrada Escritura
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