Lista de puntos

Hay 9 puntos en «Forja» cuya materia es Infancia espiritual  → sencillez y audacia.

Es justo que el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo coronen a la Virgen como Reina y Señora de todo lo creado.

—¡Aprovéchate de ese poder! y, con atrevimiento filial, únete a esa fiesta del Cielo. —Yo, a la Madre de Dios y Madre mía, la corono con mis miserias purificadas, porque no tengo piedras preciosas ni virtudes.

—¡Anímate!

Jesús-niño, Jesús-adolescente: me gusta verte así, Señor, porque… me atrevo a más. Me gusta verte chiquitín, como desamparado, para hacerme la ilusión de que me necesitas.

Siempre que entro en el oratorio, le digo al Señor —he vuelto a ser niño— que le quiero más que nadie.

Niño, dejarás de serlo, si alguien o algo se interpone entre Dios y tú.

No debo pedir nada a Jesús: me limitaré a darle gusto en todo y a contarle las cosas, como si El no las supiera, lo mismo que un niño pequeño a su padre.

Niño, dile a Jesús: no me conformo con menos que Contigo.

En tu oración de infancia espiritual, ¡qué cosas más pueriles le dices a tu Señor! Con la confianza de un niño que habla al Amigo grande, de cuyo amor está seguro, le confías: ¡que yo viva sólo para tu Gloria!

Recuerdas y reconoces lealmente que todo lo haces mal: eso, Jesús mío —añades—, no puede llamarte la atención: es imposible que yo haga nada a derechas. Ayúdame Tú, hazlo Tú por mí y verás qué bien sale.

Luego, audazmente y sin apartarte de la verdad, continúas: empápame, emborráchame de tu Espíritu, y así haré tu Voluntad. Quiero hacerla. Si no la hago…, es que no me ayudas. ¡Pero sí me ayudas!

Niño, dile: ¡oh, Jesús, yo no quiero que el demonio se apodere de las almas!

Procura ser un niño con santa desvergüenza, que "sabe" que su Padre Dios le manda siempre lo mejor.

Por eso, cuando le falta hasta lo que parece más necesario, no se apura; y, lleno de paz, dice: me queda y tengo al Espíritu Santo.