Lista de puntos

Hay 8 puntos en «Forja» cuya materia es Alegría.

No me falta la verdadera alegría, al contrario… Y, sin embargo, ante el conocimiento de la propia bajeza, resulta lógico clamar con San Pablo: "¡qué hombre tan infeliz soy!"

—Así crecen las ansias de arrancar de raíz la barrera que levanta el propio yo.

Vives contento, muy feliz, aunque en ocasiones notes el zarpazo de la tristeza, e incluso palpes casi habitualmente un sedimento real de pesadumbre.

—Pueden coexistir esa alegría y esa congoja, cada una en su "hombre": aquélla, en el nuevo; la otra, en el viejo.

El primer paso para acercar a otros a los caminos de Cristo es que te vean contento, feliz, seguro en tu andar hacia Dios.

Si no muestras —con tu oración, con tu sacrificio, con tu acción— una constante preocupación de apostolado, es señal evidente de que te falta felicidad y de que ha de aumentar tu fidelidad.

—El que tiene la felicidad, el bien, procura darlo a los demás.

Cada vez estoy más persuadido: la felicidad del Cielo es para los que saben ser felices en la tierra.

Veo con meridiana claridad la fórmula, el secreto de la felicidad terrena y eternal: no conformarse solamente con la Voluntad de Dios, sino adherirse, identificarse, querer —en una palabra—, con un acto positivo de nuestra voluntad, la Voluntad divina.

—Este es el secreto infalible —insisto— del gozo y de la paz.

¡Cómo me hizo gozar la epístola de ese día! El Espíritu Santo, por San Pablo, nos enseña el secreto de la inmortalidad y de la Gloria. Los hombres todos sentimos ansias de perdurar.

Querríamos hacer eternos los instantes de nuestra vida, que reputamos felices. Querríamos glorificar nuestra memoria… Querríamos la inmortalidad para nuestros ideales. Por eso, en los momentos de aparente felicidad, al tener algo que consuela nuestro desamparo, todos, naturalmente, decimos y deseamos: para siempre, para siempre…

¡Qué sabiduría la del demonio! ¡Qué bien conocía el corazón humano! Seréis como dioses, les dijo a los primeros padres. Aquello fue un engaño cruel. San Pablo, en esta epístola a los Filipenses, enseña un divino secreto, para tener la inmortalidad y la Gloria: se anonadó Jesús, tomando forma de siervo… Se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de Cruz. Por lo cual, Dios lo exaltó y le dio un nombre que está por encima de todo nombre: para que ante el nombre de Jesús se arrodillen todos en los Cielos y en la tierra y en los infiernos…

Ayúdame a repetirlo al oído de aquél, y del otro…, y de todos: el pecador, que tenga fe, aunque consiga todas las bienaventuranzas de la tierra, necesariamente es infeliz y desgraciado.

Es verdad que el motivo que nos ha de llevar a odiar el pecado, aun el venial, el que debe mover a todos, es sobrenatural: que Dios lo aborrece con toda su infinidad, con odio sumo, eterno y necesario, como mal opuesto al infinito bien…; pero la primera consideración, que te he apuntado, nos puede conducir a esta última.

Referencias a la Sagrada Escritura
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