Lista de puntos

Hay 12 puntos en «Forja» cuya materia es Oración → oración mental .

Deseo que tu comportamiento sea como el de Pedro y el de Juan: que lleves a tu oración, para hablar con Jesús, las necesidades de tus amigos, de tus colegas…, y que luego, con tu ejemplo, puedas decirles: «respice in nos!» —¡miradme!

¿Quieres aprender de Cristo y tomar ejemplo de su vida? —Abre el Santo Evangelio, y escucha el diálogo de Dios con los hombres…, contigo.

¿Minucias y nimiedades a las que nada debo, de las que nada espero, ocupan mi atención más que mi Dios? ¿Con quién estoy, cuando no estoy con Dios?

Tú —como todos los hijos de Dios— necesitas también de la oración personal: de esa intimidad, de ese trato directo con Nuestro Señor —diálogo de dos, cara a cara—, sin esconderte en el anonimato.

En un lugar donde se hablaba y se oía música, surgió la oración en tu alma, con un consuelo inexplicable. Terminaste diciendo: Jesús, no quiero el consuelo, te quiero a Ti.

¡Recogerse en oración, en meditación, es tan fácil…! Jesús no nos hace esperar, no impone antesalas: es El quien aguarda.

Basta con que digas: ¡Señor, quiero hacer oración, quiero tratarte!, y ya estás en la presencia de Dios, hablando con El.

Por si fuera poco, no te cercena el tiempo: lo deja a tu gusto. Y esto, no durante diez minutos o un cuarto de hora. ¡No!, ¡horas, el día entero! Y El es quien es: el Omnipotente, el Sapientísimo.

En la vida interior, como en el amor humano, es preciso ser perseverante.

Sí, has de meditar muchas veces los mismos argumentos, insistiendo hasta descubrir un nuevo Mediterráneo.

—¿Y cómo no habré visto antes esto así de claro?, te preguntarás sorprendido. —Sencillamente, porque a veces somos como las piedras, que dejan resbalar el agua, sin absorber ni una gota.

—Por eso, es necesario volver a discurrir sobre lo mismo, ¡que no es lo mismo!, para empaparnos de las bendiciones de Dios.

Navidad. —Cantan: venite, venite… —Vayamos, que El ya ha nacido.

Y, después de contemplar cómo María y José cuidan del Niño, me atrevo a sugerirte: mírale de nuevo, mírale sin descanso.

Cuando te pongas a orar, y no veas nada, y te sientas revuelto y seco, éste es el camino: no pienses en ti; vuelve tus ojos, en cambio, a la Pasión de Jesucristo, nuestro Redentor.

Convéncete de que también a cada uno de nosotros nos pide, como a aquellos tres Apóstoles más íntimos, en el Huerto de los Olivos: "vigilad y orad".

Me miraste muy serio…, pero al fin me entendiste, cuando te comenté: "quiero reproducir la vida de Cristo en los hijos de Dios, a fuerza de meditarla, para actuar como El y hablar sólo de El".

No temas la muerte. ¡Es tu amiga!

—Procura acostumbrarte a esa realidad, asomándote con frecuencia a tu sepultura: y allí, mira, huele y palpa tu cadáver podrido, de ocho días difunto.

—Esto recuérdalo, de modo especial, cuando el ímpetu de tu carne te perturbe.

Siquiera una vez al día, ponte con el pensamiento en trance de muerte, para ver con esa luz los sucesos de cada jornada.

Te aseguro que tendrás una buena experiencia de la paz que esa consideración produce.

Referencias a la Sagrada Escritura
Referencias a la Sagrada Escritura