Lista de puntos
Dale vueltas, en tu cabeza y en tu alma: Señor, ¡cuántas veces, caído, me levantaste y, perdonado, me abrazaste contra tu Corazón!
Dale vueltas…, y no te separes de El nunca jamás.
Te ves como un pobrecito, a quien su amo ha quitado la librea —¡sólo pecador!—, y entiendes la desnudez sentida por nuestros primeros padres.
—Deberías estar siempre llorando. Y mucho has llorado; mucho has sufrido. Sin embargo eres muy feliz. No te cambiarías por nadie. Tu «gaudium cum pace» —tu alegría serena, desde hace muchos años, no la pierdes. La agradeces a Dios, y querrías llevar a todos el secreto de la felicidad.
—Sí: se comprende que muchas veces hayan dicho —aunque nada te importe el "qué dirán"— que eres "hombre de paz".
Si aquellos hombres, por un trozo de pan —aun cuando el milagro de la multiplicación sea muy grande—, se entusiasman y te aclaman, ¿qué deberemos hacer nosotros por los muchos dones que nos has concedido, y especialmente porque te nos entregas sin reserva en la Eucaristía?
Documento imprimido desde https://escriva.org/es/book-subject/forja/401/ (03/05/2024)