Lista de puntos
Dios mío: siempre acudes a las necesidades verdaderas.
Dale muchas gracias a Jesús, porque por El, con El y en El, tú te puedes llamar hijo de Dios.
¡Gracias Señor, porque —al permitir la tentación— nos das también la hermosura y la fortaleza de tu gracia, para que seamos vencedores! ¡Gracias, Señor, por las tentaciones, que permites para que seamos humildes!
La mayor muestra de agradecimiento a Dios es amar apasionadamente nuestra condición de hijos suyos.
¡Oh, Señor!, ¿por qué me has buscado a mí —que soy la negación—, habiendo tantos santos, sabios, ricos y llenos de prestigio?
—Tienes razón…, precisamente por esto, agradéceselo con obras y con amor.
¡Señor!, le asegurabas, me gusta ser agradecido; quiero serlo siempre con todos.
—Pues, mira: no eres una piedra…, ni un alcornoque…, ni un mulo. No perteneces a esos seres, que cumplen su fin aquí abajo. Y esto, porque Dios quiso hacerte hombre o mujer —hijo suyo—…, y te ama «in caritate perpetua» —con amor eterno.
—¿Te gusta ser agradecido?: ¿vas a hacer una excepción con el Señor? —Procura que tu hacimiento de gracias, diario, salga impetuoso de tu corazón.
Agradece de todo corazón al Señor las potencias admirables…, y terribles, de la inteligencia y de la voluntad con las que ha querido crearte. Admirables, porque te hacen semejante a El; terribles, porque hay hombres que las enfrentan contra su Creador.
A mí, como síntesis de nuestro agradecimiento de hijos de Dios, se me ocurre decirle, ahora y siempre, a este Padre nuestro: «serviam!» —¡te serviré!
Documento imprimido desde https://escriva.org/es/book-subject/forja/6/ (03/05/2024)