Lista de puntos

Hay 7 puntos en «Forja» cuya materia es Apostolado → apostolado de la doctrina.

Aquel joven sacerdote solía dirigirse a Jesús, con las palabras de los Apóstoles: edissere nobis parabolam —explícanos la parábola. Y añadía: Maestro, mete en nuestras almas la claridad de tu doctrina, para que nunca falte en nuestras vidas y en nuestras obras…, y para que la podamos dar a los demás.

—Díselo tú también al Señor.

Ten siempre el valor, que es humildad y servicio de Dios, de presentar las verdades de la fe tal como son, sin cesiones ni ambigüedades.

La fidelidad al Romano Pontífice implica una obligación clara y determinada: la de conocer el pensamiento del Papa, manifestado en Encíclicas o en otros documentos, haciendo cuanto esté de nuestra parte para que todos los católicos atiendan al magisterio del Padre Santo, y acomoden a esas enseñanzas su actuación en la vida.

Urge difundir la luz de la doctrina de Cristo.

Atesora formación, llénate de claridad de ideas, de plenitud del mensaje cristiano, para poder después transmitirlo a los demás.

—No esperes unas iluminaciones de Dios, que no tiene por qué darte, cuando dispones de medios humanos concretos: el estudio, el trabajo.

No cabe separar la semilla de la doctrina de la semilla de la piedad.

Tu labor de sembrador de doctrina podrá evitar los microbios que la hagan ineficaz, sólo si eres piadoso.

En las campañas contra la Iglesia, maquinan muchas organizaciones —a veces del brazo de los que se llaman buenos—, que mueven al pueblo con prensa, hojas, pasquines, calumnias, propaganda hablada. Después lo llevan por donde quieren: al mismo infierno. Pretenden que la masa sea amorfa, como si las personas no tuvieran alma…, y dan compasión.

Pero, como tienen alma, hay que arrancarlas de las garras de esas organizaciones del mal y ponerlas al servicio de Dios.

Un tanto por ciento muy considerable de las personas, que frecuentan los Sacramentos, lee la mala prensa…

Con calma y con amor de Dios, hemos de rogar y de dar doctrina, para que no lean esos papeluchos endiablados que, según dicen —porque se avergüenzan—, compran los de su familia, aunque quizá lo hagan ellos mismos.

Referencias a la Sagrada Escritura