Lista de puntos
He aquí una tarea urgente: remover la conciencia de creyentes y no creyentes —hacer una leva de hombres de buena voluntad—, con el fin de que cooperen y faciliten los instrumentos materiales necesarios para trabajar con las almas.
Mucho entusiasmo y comprensión demuestra. Pero cuando ve que se trata de “él”, que “él” ha de contribuir en serio, se retira cobardemente.
Me recuerda a aquéllos que, en momentos de grave peligro, gritaban con falsa valentía: ¡guerra, guerra!, pero ni querían dar dinero, ni alistarse para defender a su patria.
Produce lástima comprobar cómo algunos entienden la limosna: unas perras gordas o algo de ropa vieja. Parece que no han leído el Evangelio.
No os andéis con reparos: ayudad a las gentes a formarse con la suficiente fe y fortaleza como para desprenderse generosamente, en vida, de lo que necesitan.
—A los remolones, explicadles que es poco noble y poco elegante, también desde el punto de vista terreno, esperar al final, cuando por fuerza ya no pueden llevarse nada consigo.
“Quien presta, no cobra; si cobra, no todo; si todo, no tal; si tal, enemigo mortal”.
¿Entonces?… ¡Da!, sin cálculo, y siempre por Dios. Así vivirás, también humanamente, más cerca de los hombres y contribuirás a que haya menos ingratos.
Vi rubor en el rostro de aquel hombre sencillo, y casi lágrimas en sus ojos: prestaba generosamente su colaboración en buenas obras, con el dinero honrado que él mismo ganaba, y supo que “los buenos” motejaban de bastardas sus acciones.
Con ingenuidad de neófito en estas peleas de Dios, musitaba: “¡ven que me sacrifico… y aún me sacrifican!”
—Le hablé despacio: besó mi Crucifijo, y su natural indignación se trocó en paz y gozo.
Documento imprimido desde https://escriva.org/es/book-subject/surco/1353/ (07/05/2024)