Lista de puntos

Hay 9 puntos en «Surco» cuya materia es Corazón → guarda del corazón.

Alguno ha comparado el corazón a un molino, que se mueve por el viento del amor, de la pasión…

Efectivamente, ese “molino” puede moler trigo, cebada, estiércol… —¡Depende de nosotros!

El demonio —padre de la mentira y víctima de su soberbia— intenta remedar al Señor hasta en el modo de hacer prosélitos. ¿Te has fijado?: lo mismo que Dios se vale de los hombres para salvar almas y llevarlas a la santidad, satanás se sirve de otras personas, para entorpecer esa labor y aun para perderlas. Y —no te asustes— de la misma manera que Jesús busca, como instrumentos, a los más próximos —parientes, amigos, colegas, etc.—, el demonio también intenta, con frecuencia, mover a esos seres más queridos, para inducir al mal.

Por eso, si los lazos de la sangre se convierten en ataduras, que te impiden seguir los caminos de Dios, córtalos con decisión. Y quizá tu determinación desate también a quienes estaban enredados en las mallas de Lucifer.

¡Gracias, Jesús mío!, porque has querido hacerte perfecto Hombre, con un Corazón amante y amabilísimo, que ama hasta la muerte y sufre; que se llena de gozo y de dolor; que se entusiasma con los caminos de los hombres, y nos muestra el que lleva al Cielo; que se sujeta heroicamente al deber, y se conduce por la misericordia; que vela por los pobres y por los ricos; que cuida de los pecadores y de los justos…

—¡Gracias, Jesús mío, y danos un corazón a la medida del Tuyo!

Pide a Jesús que te conceda un Amor como hoguera de purificación, donde tu pobre carne —tu pobre corazón— se consuma, limpiándose de todas las miserias terrenas… Y, vacío de ti mismo, se colme de El. Pídele que te conceda una radical aversión a lo mundano: que sólo te sostenga el Amor.

Has visto muy clara tu vocación —querer a Dios—, pero sólo con la cabeza. Me aseguras que has metido el corazón en el camino…, pero a veces te distraes, e incluso intentas volver la mirada atrás: señal de que no lo has metido del todo. —¡Afina!

“He venido —así se expresa el Maestro— a enfrentar al hombre contra su padre, a la hija contra su madre y a la nuera contra su suegra…”

Cumpliendo lo que El te exige, demostrarás que los amas verdaderamente. Por eso, no te escudes en el cariño que les tienes —total debe ser—, a la hora de tu sacrificio personal. Si no, créeme, antepones, al amor de Dios, el de tus padres; y, al de tus padres, tu amor propio.

—¿Has entendido ahora, con más profundidad, la congruencia de las palabras evangélicas?

¡El corazón! De vez en cuando, sin poder evitarlo, se proyecta una sombra de luz humana, un recuerdo torpe, triste, “pueblerino”…

—Acude enseguida al Sagrario, física o espiritualmente: y tornarás a la luz, a la alegría, a la Vida.

La santa pureza: ¡humildad de la carne! Señor —le pedías—, siete cerrojos para mi corazón. Y te aconsejé que le pidieses siete cerrojos para tu corazón y, también, ochenta años de gravedad para tu juventud…

Además, vigila…, porque antes se apaga una centella que un incendio; huye…, porque aquí es una vil cobardía ser “valiente”; no andes con los ojos desparramados…, porque eso no indica ánimo despierto, sino insidia de satanás.

Pero toda esta diligencia humana, con la mortificación, el cilicio, la disciplina y el ayuno, ¡qué poco valen sin Ti, Dios mío!

Permíteme un consejo, para que lo pongas en práctica a diario. Cuando el corazón te haga notar sus bajas tendencias, reza despacio a la Virgen Inmaculada: ¡mírame con compasión, no me dejes, Madre mía! —Y aconséjalo a otros.

Referencias a la Sagrada Escritura