Lista de puntos

No te preocupes, pase lo que pase, mientras no consientas. —Porque sólo la voluntad puede abrir la puerta del corazón e introducir en él esas execraciones.

¿Las criaturas para ti? —Las criaturas para Dios: si acaso, para ti por Dios.

Despréndete de las criaturas hasta que quedes desnudo de ellas. Porque —dice el Papa San Gregorio— el demonio nada tiene propio en este mundo, y desnudo acude a la contienda. Si vas vestido a luchar con él, pronto caerás en tierra: porque tendrá de donde cogerte.

Parece como si tu Ángel te dijera: ¡tienes tu corazón lleno de tanta afección humana!... —Y luego: ¿eso quieres que custodie tu Custodio?

Ahora son lágrimas. —¿Duele, eh? —¡Claro, hombre!: por eso precisamente te han dado ahí.

Flaquea tu corazón y buscas un asidero en la tierra. —Bueno; pero cuida de que el apoyo que tomas para no caer no se convierta en peso muerto que te arrastre, en cadena que te esclavice.

Dime, dime: eso... ¿es una amistad o es una cadena?

¿Cómo va ese corazón? —No te me inquietes: los santos —que eran seres bien conformados y normales, como tú y como yo— sentían también esas «naturales» inclinaciones. Y si no las hubieran sentido, su reacción «sobrenatural» de guardar su corazón —alma y cuerpo— para Dios, en vez de entregarlo a una criatura, poco mérito habría tenido.

Por eso, visto el camino, creo que la flaqueza del corazón no debe ser obstáculo para un alma decidida y «bien enamorada».

¡Los ojos! Por ellos entran en el alma muchas iniquidades. —¡Cuántas experiencias a lo David!... —Si guardáis la vista habréis asegurado la guarda de vuestro corazón.

Mira que el corazón es un traidor. —Tenlo cerrado con siete cerrojos.

La Virgen Santa María, Madre del Amor Hermoso, aquietará tu corazón, cuando te haga sentir que es de carne, si acudes a Ella con confianza.