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Sencillez, sin secreto alguno

Habéis de vivir con sencillez −os he dicho−, con discreción, vuestra amorosa entrega al Señor; debéis estar prevenidos contra la curiosidad agresiva de algunos, y tratar con delicadeza extrema todo lo que se refiere a la intimidad de vuestra vida apostólica.

Aunque sé que no os hace falta, porque conocéis bien el espíritu que Dios nos pide que vivamos, quiero hacer una advertencia: discreción no es misterio, ni secreteo; es, sencillamente, naturalidad. En la Obra nunca hemos tenido, ni tendremos, ningún secreto, insisto: no nos hacen falta.

Abomino del secreto. Cuando alguna vez una persona ha venido a mí y me ha dicho: le voy a hablar en secreto, le he respondido: pues póngase de rodillas, que a mí no me gusta más secreto que el del Sacramento de la penitencia. Usted, si quiere, se confía a un amigo y a un caballero; si no, de rodillas y en confesión.

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